miércoles, 24 de enero de 2018

INTRODUCCIÓN A “EL ÚLTIMO DÍA. COSECHA DE PENSAMIENTOS 4”


   Uno de los principales afanes de nuestros escritos es el de “retornar” a través de ellos a esa experiencia maravillosa y rebosante de gozo, que se repetía con frecuencia cuando éramos niños, nos referimos a la experiencia estética. Y asi también, simbólicamente, buscamos retornar a las raíces mismas de nuestras reflexiones, de nuestros afectos y de nuestro modo de escribir, para no perder el contacto con ese destino espiritual que fluye como un calmo arroyuelo de aquellas primeras aventuras intelectuales. Cada una de las doce ediciones de nuestra “cosecha de pensamientos” constituyen esas raíces, o las fuentes de donde manan los flujos de ideas de nuestra visión del mundo, del hombre y la sociedad.

 Mirando hacia atrás, podemos decir que este es un libro boscoso, pues lo escribí estando en el ranchito de 14 de Mayo (Villarrica), aledaño a un pequeño y mágico bosque, o pensando en ese espacio maravilloso, estando en medio de la vorágine de cemento, asfalto y muchedumbre del centro de Asunción.

   Ese fue el único y feliz año en que visité la colonia cada 8 días, alentado por el deseo de sacarme de encima una pasión amorosa que me aguijoneaba día tras día. Al cabo de ese año, casi sin darme cuenta, había escrito y leído un montón, y también, casi sin valorarlo en el momento, me metí en un mundo nuevo, en el centro mismo del Paraguay seminal, en medio de las compañías agrarias, con sus chacras silenciosas, sus espesuras verdosas, sus arroyos cristalinos, su gente humilde y serena. De esta forma, huyendo de mí mismo y del mundo pude reencontrarme en lo profundo del suelo de la patria.





   Acaso la trágica vida humana reclame una “salvación”[1], búsqueda que evidentemente existe en distintas formas, no sólo religiosas, también sociales, políticas, y hasta científicas y filosóficas. Y así, quizá los contenidos del presente libro sean los rastros de una “salvación filosófica”, que sin embargo ya no puede implicar dogmas ni leyes incuestionables. Nuestro suelo está demasiado erosionado como para proclamar verdades absolutas, y así,  lo que tenemos son invitaciones y alientos, para volver a aquel antiguo ideal griego, la “vida teorética”.



   Comprender al ser humano, a éste de todos los días, levantado con el látigo del despertador, ansioso entre ardientes embotellamientos, en guerra en el trabajo y en el hogar; a éste de todos los tiempos, creador de los grandes desarrollos tecnológicos y de los más sublimes sistemas de pensamiento, a éste hombre paradójico y complejo desde donde se lo mire, comprenderlo es nuestro atrevido propósito, perseguido quizá desde un atrevimiento juvenil e imprudente, pero con un gozo que rebosa las limitadas cuencas de nuestro espíritu.

   Acaso el desafío de la acción y el pensamiento sea el de ayudarnos a estar parados en un mundo que ha perdido sus fundamentos, que cada día nos obliga a permanecer alertas, para no caer en la corriente inmisericorde de la banalidad y la miseria espiritual.

   Nos posee un afán filosófico, y en tal sentido podemos afirmar que una investigación filosófica no necesariamente se reduce a monografías, tesis de licenciaturas o doctorales, también puede tomar la inocente forma de un aforismo, o de un simple párrafo que relaciona atrevidamente dos líneas de pensamiento.

   En fin, sin pretensiones dogmáticas, la obra simplemente puede ser una oportunidad para continuar con la aventura filosófica, que continuamente nos devuelve la humildad del principiante del saber.















[1] Del latín “salus”, sano, salvo, estar entero o parado.
Enlace al libro completo:
https://drive.google.com/file/d/1TQoLX1Rkc24oR7Ua2K2eiP_VaP6Sm97D/view?usp=sharing

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