LA ETERNA BORRACHERA (letra y música:
Robert León Helman)
Siembro
caminos de guitarras que hablan al viento…
tomo
el trago amargo de esta vieja historia…
y entre aquella sombra que esconde la llave
correcta…
camina
errante un ebrio con ojos de fuego…
Es
el velo del universo…
es
la vieja historia del tiempo…
me
muestra su necia sonrisa de perro…
es
el eterno afán de la vida…
Comentarios:
Este tema está fuertemente marcado por la presencia de las ideas de
Arthur Schopenhauer. El ebrio bandolero no es más que el hombre en su aventura
trágica, que no logra en sus interminables afanes más que un mísero bocado para
paliar un hambre radical, el hambre insaciable del ser, de la voluntad.
“Siembro caminos de guitarras que hablan al viento…”. La guitarra es el
gran vehículo de nuestras expresiones musicales, en ella se apoya la voz para
desplegar los tejidos literarios, que son lanzados al viento para culminar así
el ciclo de la creación artística.
“Tomo el trago amargo de esta vieja historia…”. Para Schopenhauer “vivir
es padecer”, y así esta “vieja historia” de la humanidad se parece a un “trago
amargo” cuando la contemplamos desde la memoria histórica, pero he aquí lo
maravilloso de la experiencia estética, esta amargura se transmuta en gozo
cuando nos adherimos con plenitud a los símbolos de la obra. La función
liberadora del arte nos permite aspirar a este bálsamo para las desdichas
cotidianas.
“Y entre aquella sombra que esconde la llave correcta…” Las sombras no
son sino nuestro mundo cotidiano, pletórico de miserias y necesidades, que
cuando se extreman desembocan en las llamadas “situaciones límites”, que dan
lugar al estado de ánimo fundamental, la angustia, la “llave correcta” que nos
abre a la experiencia estética radical.
“Camina errante un ebrio con ojos de fuego…” este ebrio de deseos
interminables no es más que la figura del hombre, anhelante de una felicidad
que siempre se le escapa de las manos, errante entre placeres y dolores que lo
mantienen atolondrado.
“Es el velo del universo…” El universo entero es como el velo o la
máscara con la que se atavía la voluntad, esencia del mundo, y así lo que más
se valora en la cotidianeidad, sea dinero o fama no son más que ilusiones que
nos permiten mantener tapada a la voluntad, puesto que verla en su pureza nos
llevaría a un terror visceral (relacionado íntimamente con lo que llamamos
angustia).
“Es la vieja historia del tiempo…” Un tiempo que parece ser la
repetición incesante de las desgracias humanas, el eterno retorno de los juegos
del dolor y del placer, que crea y destruye individuos, sociedades y culturas, acontecimiento
que ya también se ha desplegado hacia la naturaleza (ésta misma a la que
tratamos como una bestia de carga)…quizá el último recinto sagrado del hombre…
“Me muestra su necia sonrisa de perro…” La metáfora de la sonrisa de
perro representa a una alegría banal, detrás de la cual yace un mar de
frustraciones que se tratan de ocultar a toda costa, pero que sin embargo
constituye una constante en la vida humana.
“Es el eterno afán de la vida…” vuelve finalmente la temática de la
voluntad, esencia del mundo, fundamento metafísico del cosmos. Como planteaba
Schopenhauer, fuera de la voluntad no existe sino la nada, una nada que ya para
nuestro propio entender se revela a la par que se da una experiencia estética
radical.
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