miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA AUTO-ÉTICA. REFLEXIONES SOBRE LA VIDA HUMANA INDIVIDUAL


INTRODUCCIÓN[1]



   Ya en la antigua Grecia, en particular desde Sócrates y los sofistas, se plantearon cuestiones que hasta hoy siguen inquietando a aquellos que se atreven a reflexionar sobre sus vidas: la felicidad, el buen vivir, la prudencia, las normas de conducta, etc.

   Por nuestra parte en este ensayo, no nos preocuparemos por buscar una felicidad llena de exigencias y condiciones (como acaso lo planteó alguna vez Aristóteles),  nos bastará con sostener que una vida tolerable es posible, desde la base del cultivo del espíritu[2].

   El hombre es un ser complejo (múltiple en su unidad) y se despliega existencialmente en tres dimensiones: como ser en el mundo, como ser consigo mismo y como ser con los demás. En cuantos seres con nosotros mismos, tenemos dos facultades fundamentales, conocer y actuar. En tal contexto, la auto-ética constituye un conjunto de conocimientos y prácticas, centrado en la dimensión humana de ser con uno mismo, pero que se extiende recursivamente hacia la sociedad y el medio ambiente. 

    Podemos plantear que nuestra auto-ética posee un objetivo fundamental: la construcción de la subjetividad desde lo trascendente.  Y esto lo consideramos importante porque uno de los principales desafíos de la humanidad, tanto en el presente como también en el futuro es contrapesar la desintegración espiritual del individuo[3].



   La palabra trascendente proviene del prefijo “trans”, que significa “a través”, o “de un lado hacia otro”, y el término latino “scandere”, trepar, escalar, más el sufijo “nte”, que alude a una acción. Entonces etimológicamente lo trascendente es “el paso de un lado hacia otro”. Uno de estos lados no es más que la cotidianeidad, con todas sus miserias e insatisfacciones, mientras que el otro lado se relaciona con la experiencia estética, que modifica radicalmente al mundo, haciendo de la vida a la vez un juego, sueño y experimento.

   En cuanto seres en relación con nosotros mismos, estamos inmersos en un mundo en el que se han desvanecido los fundamentos que el pensamiento tradicional había establecido; un abismo anida en la trágica travesía humana hacia ninguna  parte. Esta situación se refleja a su vez en la condición del sujeto, que ahora se muestra “débil”, o “crepuscular”, como lo explicó Gianni Vattimo[4]. Y este contexto en el que se desarrolla el pensamiento actual constituye para nosotros un renovado espacio para lo trascendente. Sin embargo, sigue siendo necesario que el hombre por lo menos plantee una dirección consciente a su vida (a la manera de una estrategia, no de un programa[5]), de modo a no dejarse llevar por la corriente de la masificación social, o para no caer en la ilusión de que se está viviendo una realidad fundada y absoluta, y a su vez, para establecer las condiciones para que advenga lo trascendente.

   Precisamente, uno de los propósitos importantes de la auto observación (uno de los tres grandes capítulos de este ensayo) es el logro de un “estado de alerta”, a partir del cual se accede al “estado de angustia”, que nos abre a la experiencia estética radical (en donde un mundo maravilloso se muestra sobre el abismo de la nada).

   Plantearemos el desarrollo del ensayo desde lo más teórico a lo más práctico, y así comenzaremos con el auto-estudio, pasaremos por el auto-trabajo y concluiremos con la auto-observación.   

 Enlace al ensayo completo:





[1] Este ensayo se erige a partir de la reflexión en torno a nuestros doce libros de la serie “cosecha de pensamientos”; también se apoya en nuestro ensayo sobre el problema del hombre, titulado “Retorno”.
[2] Lo que en términos de Pierre Bourdieu denominaríamos el “cultivo del capital cultural incorporado”. Véase Pierre Bourdieu. Las estrategias de la reproducción social. Siglo Veintiuno, Bs. As., 2011, p. 215.
[3] R.L.H. Del pasado al futuro. Ensayo sobre el devenir del hombre. Interiora terrae, Asunción, 2015, p. 30.
[4] Gianni Vattimo. Las aventuras de la diferencia. Península, Barcelona, 1990, p 55-57. También, del mismo autor. El sujeto y la máscara. Península, Barcelona, 1989, p. 191-221.
[5] Cfr. Edgar Morin. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa, Barcelona, 2007, p. 113 y 116.

No hay comentarios: