lunes, 24 de octubre de 2016

VIVIR Y FILOSOFAR. COSECHA DE PENSAMIENTOS. LIBRO 6 (ED. 2016)


INTRODUCCION[1]



   La vida humana, ésta que desde hace ya miles de años desarrolla una aventura tanto sublime como trágica (y porque no decirlo, también cómica), posee, podemos decirlo, tres dimensiones fundamentales: la de ser en el mundo, ser con los demás y ser con uno mismo. Y desde estas aristas de su mundo el hombre ha creado herramientas, mitos, leyendas, rituales, sociedades, culturas, guerras, catástrofes, declaraciones de paz y solidaridades…Y así, lo paradójico y complejo de esta extraña y sorprende criatura que llamamos ser humano, es lo que nos invita (y hasta a veces nos obliga) a pensar en esta “nuestra” vida…

   Nuestra vida, porque todos los desafíos que ahora inquietan a la humanidad (degradación ambiental, guerras, pobreza o desintegración espiritual del individuo) son nuestros y no sólo, como a veces parece, de unos excéntricos rumiadores de libros o de unos escandalizados líderes sociales.



  Desde hace siglos el hombre viene escarbando su suelo, buscando el fundamento último de aquello que hace y conoce. Y lo que no deja de asombrarnos es que en ocasiones podemos saber que estamos parados sobre nada, una nada sobre la que se eleva lo maravilloso  del conocimiento estético.

 

   La autorrealización no es sino el camino de encuentro con el propio destino (tal destino florece en la contemplación estética). El destino es un llamado, una invitación a recorrer un camino trazado por las revelaciones de la intuición. El destino une, religa, a uno mismo con sí mismo, con los demás y con el planeta tierra. Por ello, el proceso de autorrealización se despliega desde una ética y una estética. Una ética que busca y explica la religación, y una estética que busca y explica las conciencia del debilitamiento del sujeto cognoscente y el objeto conocido.

   Por motivos como estos, el pensar puede dejar de ser una esforzada y hasta odiosa actividad para pasar materias de estudio o para aspirar a un mísero aumento de sueldo; el pensar puede hacerse ya, como diría Ortega, un “afán de mi vida”, y desde ese momento estar comprometido y vivido con lo que uno fue, es y puede ser, como individuo, como componente de la especie y como integrante de un mundo socio-cultural. 

  

   Nos posee un ánimo filosófico, y en tal sentido podemos afirmar que una investigación filosófica no necesariamente se reduce a monografías, tesis de licenciaturas o doctorales, también puede tomar la inocente forma de un aforismo, o de un simple párrafo que relaciona atrevidamente dos líneas de pensamiento.

   En fin, sin pretensiones dogmáticas, la obra simplemente puede ser una oportunidad para continuar con la aventura filosófica, que continuamente nos devuelve la humildad del principiante del saber.



 Enlace al libro completo:







[1]  Los siguientes escritos han aparecido a lo largo del año 2006, y formaron parte originalmente del libro “Entre las ruinas del ser”, publicado en el 2008. Los comentarios han sido añadidos en el año 2011 y 2013 (señalados con uno y tres asteriscos respectivamente). Nos hemos propuesto agruparlos de acuerdo a las que consideramos dimensiones fundamentales del hombre, la de ser con uno mismo,  ser con los demás y ser en el mundo.

viernes, 21 de octubre de 2016

COMENTARIOS A GRITO AGRESTE


GRITO AGRESTE (Letra y música: Robert León Helman)

Grito agreste traspasa el mandiocal, llevando las penas de este sueño campestre…

Si pudieras tocar este mal, te cantaría como canto al campo…

Vos andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la siembra…

Bien conoces la triste canción, de los que hablan en el alma del campo…

Si pudieras besar la oración, te ofrecería mi guitarra y mi canto…

Vos andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la siembra…



Comentarios:

   ¿Cómo interpretar este “grito” que parte del mundo agrario? ¿Es acaso de desesperación, de alegría o de angustia? Podría partir  desde cualquiera de estos estados anímicos, pero aquello que viene más a propósito de la elaboración de una obra artística quizá sea la angustia, pues ella abre a la nada sobre la que nos paramos y sobre la cual se erige a su vez un mundo pletórico de símbolos (como arquetipos o Ideas).

   “Llevando las penas de este sueño campestre”. Pero ¿en dónde residen las penas del mundo agrario paraguayo? Se podría plantear que en dos factores principales: por un lado la pobreza divisada en distintos ámbitos (en términos de capital económico, cultural, social o simbólico), una pobreza que sin embargo muestra su cara de sencillez en el modo y en los ritmos de la vida diaria, hasta podría decirse que estas carencias contribuyen a templar el carácter de los arandu ka’aty (sabios del bosque) que aún podemos encontrar cuando nos adentramos en las compañías agrarias de nuestro país.

   El otro factor que podría producirnos aquella pena espiritual que nos mueve a tomar una postura estética, es la creciente fuga de la población joven de las zonas campesinas, lo que se refleja en campos cada día más silenciosos y melancólicos, una visión pletórica de símbolos que nos ayudan a reflexionar sobre los procesos sociales y culturales del Paraguay.

   “Si pudieras tocar este mal te cantaría como canto al campo”.

La visión del mal en un mundo en donde predominan concepciones pre-capitalistas no puede ser precisamente la de la modernidad, es decir, el mal no tiene que ver con una determinada organización de la sociedad, sino con el cumplimiento de unos ciclos que se van repitiendo como las estaciones del año. En tal sentido, las deplorables condiciones de la sociedad y la cultura campesina revelan un tiempo de decadencia, de ocaso y despedida.

   Cuando hablamos de “tocar este mal”, nos referimos a sentirlo y vivirlo estéticamente, de modo tal que uno pueda  “comprender” la canción que despliega este mensaje, y aún, recrearla en nuestra propia alma.

   “Vos andante entre caminos de arena, son al viento que traspasa la siembra”. Este canto pinta a través del lenguaje los espacios agrarios (como las sendas arenosas y los sembrados), y al hacerlo propicia la unidad del hombre con su entorno, una unidad que puede ser no solamente simbólica, sino también puede ser vivida a través una intuición maravillosa.

   “Bien conoces la triste canción, de los que hablan en el alma del campo”. Esta frase recrea lo que ya habíamos dicho sobre la pena sublime que brota en la experiencia estética del campo. “Los que hablan en el alma del campo” no son sino aquellos llamados  “arandu ka’aty”, sabios del bosque, de espíritu noble, y ya en peligro de extinción ante el avance incontenible de las miserias urbanas.

   “Si pudieras besar la oración, te ofrecería mi guitarra y mi canto”. También, como ya expusimos más arriba, se propone al lector y al oyente de esta canción que se dé un paso más, hacia la vivencia de los símbolos o Arquetipos de la vida agraria, y de este modo lograr cerrar el círculo mágico de la creación artística, cuando el intérprete de una obra re-crea en su ser el flujo mismo que dio origen a la experiencia estética del autor. 

 Enlace al video:

lunes, 17 de octubre de 2016

EN TORNO A UN MUNDO GRIS. ENSAYO DE FILOSOFÍA SOCIAL (ED. 2016)


INTRODUCCIÓN



   Los planteamientos sobre la sociedad, su origen, fundamentos, formas y fines, comenzaron a hacerse en forma secularizada hacia el siglo IV ac, con Sócrates y los sofistas, desde entonces hasta nuestro tiempo las incógnitas, los libros sobre el tema, los debates y las polémicas continúan, quizá cada vez con más fuerza.



   Hablar de un mundo gris, es como hablar de un mundo que no se adapta a las claridades enceguecedoras de los optimistas ni se conforma con los pronósticos sombríos de los pesimistas (la postura pesimista es siempre tentadora, en especial para aquellos que muestran un temperamento melancólico). Un mundo gris es un espacio a la vez lleno de oportunidades, de incertidumbres, de peligros y de goces, apto para el crecimiento y la muerte, para el dolor y el júbilo.

   Cuando usamos la palabra “mundo”, no queremos referirnos a la totalidad de la naturaleza ni al planeta tierra, sino al espacio socio-cultural en el que habitamos, sufrimos y gozamos. En tal sentido, lo social y lo cultural constituyen la situación[1] en la que nos encontramos como seres vivos y como individuos.

   Podemos pensar el mundo social desde distintas aristas, sea desde la sociología, la economía, la antropología cultural, la psicología social, la filosofía, etc. Sin embargo, lo que intentaremos desarrollar será, aparte de una crítica de las míseras condiciones espirituales de nuestro tiempo, la búsqueda de un modo tanto ético como estético para ubicarnos en él, que al final de cuentas no nos proporcionará otra cosa que la posibilidad de vivir tolerablemente. No encontraremos pues en este modesto ensayo rimbombantes anuncios de felicidad social, ni proclamas de liberación de las cadenas de la injusticia; dejemos eso para los obstinados simpatizantes de la utopía política.

   Pero ¿Qué queremos decir cuando hablamos de ética y estética, y más aun al relacionarlas con las condiciones socio-culturales de nuestro tiempo? Lo estético desborda lo meramente teórico y se despliega en una transformación del sujeto cognoscente, que deja su condición fundante, egoísta y apegada, propia de nuestra mezquina cotidianeidad. La modernidad trató de imponer esa condición del sujeto, pero hoy lo que ella nos ha dejado es un profundo desengaño frente a tantas promesas desviadas e incumplidas. Asi, un enfoque estético reclama del lector algo más que la mera comprensión, reclama la búsqueda del goce del espíritu. De Todas maneras, una lectura meramente comprensiva también es posible, desde luego, y mejor si tiene inclinaciones críticas.



   Nuestro ensayo está dividido en dos partes que se realimentan mutuamente, la primera constituye un recorrido de las ideas fundamentales sobre la sociedad que utilizamos en el trabajo; la segunda se desarrolla como una búsqueda direccionada hacia posturas que nos permitan lograr un mundo sociocultural más tolerable. 



   El problema del mal en el mundo, que había tomado un rumbo intelectualista con los clásicos pensadores griegos, que con el cristianismo se dramatizó con la idea del pecado original, que con los modernos adquirió un enfoque que al ser secularizado se hizo socio-cultural,  hoy nos muestra un panorama sombrío, pues los metarrelatos han perdido consistencia y el futuro ha dejado de entusiasmar a las masas. Navegamos hacia ninguna parte, cuidándonos de no empeorar la deplorable situación en la que el mundo se encuentra. Tal vez entonces, una ética social sólo puede prometernos ya hacer de la convivencia algo más tolerable, luego de tantas discordias, guerras internacionales y agresiones al medio ambiente.

   Pero buscar un espacio tolerable para vivir no implica que la crítica social sea paralizada, al contrario, en la medida en que la configuración socio-cultural se complejice a través de ella, podrá mantenerse a flote en medio de las crecientes incertidumbres de nuestro tiempo.

   Cuando hablamos de ética, necesariamente nos topamos con la trivialidad que llena a la cotidianeidad y que se conjuga con el dolor interminable de tener que luchar por sobrevivir y figurar mejor en una sociedad mundial sumida en una profunda crisis de valores. Esto termina desembocando en un crudo narcicismo difundido ampliamente[2]. Vemos que el mundo se desmorona ¿Qué hacer entonces? ¿Simplemente contemplar como todo se va al diablo? ¿O es que acaso todavía hay posibilidad de salvación? Las ideologías de la gran promesa se han desinflado, la misma ciencia ha dejado de ser la garante del progreso, y así, quizá lo que humildemente nos resta es buscar por lo menos una sociedad más tolerable. ¿Acaso ya es esto mucho pedir? No si confiamos en las posibilidades del aprendizaje humano.

      A partir de esto alguno puede preguntarse porque lo ético tiene que ver especialmente con lo social. En las condiciones actuales de crisis de los fundamentos, un saber como la ética, que pretendía ser universal e incuestionablemente verdadero, ahora sólo puede ser consensuado y no impuesto. Esto nos obliga a ver la ética como una extraña dualidad de principios de mínimos de convivencia y de máximos de auto-realización.

   Entre estas polaridades de la vida humana podemos desplegar los propósitos del ensayo, como un viaje de ida y vuelta entre lo pragmático de la ética social y lo gozoso e inefable de lo estético.

   Partir de la crisis de los fundamentos no implica renunciar al conocimiento,  antes bien, ir en busca de un renovado encuentro con el saber, de modo a dejar de lado esa fría imagen que se tiene de la actividad intelectual como un juego sacrificado y exigente al que solo se pueden entregar unos pocos estudiosos. La modernidad quiso emparentar a la filosofía con las ciencias, mas, lo que ahora también podemos reclamar es que la filosofía vuelva a ser el juego maravilloso que surge desde el asombro ante el espectáculo del mundo y del hombre.


Enlace al ensayo completo:

[1] Cfr: Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. Interiora terrae, Asunción, 2014, p 12-13.  En adelante apuntaremos las citas de este autor con las siglas R.L.H.
[2] Cfr: Lipovetzki, Gilles. La era del vacío. Anagrama Barcelona, 1986.