viernes, 31 de mayo de 2024

INTRODUCCIÓN A "UN PARAGUAYO QUE LEYÓ A SCHOPENHAUER"

 

     El género literario de la auto-biografía ha tenido muchos cultores y entre pensadores como San Agustín, Rousseau o Nietzsche, la auto-biografía muestra también un horizonte filosófico. En los filósofos la filosofía no es simplemente un oficio o una disciplina de estudio, la filosofía se vive, ya que sus planteamientos pueden ser experimentados en uno mismo.

     Pueden existir muchas justificaciones para escribir sobre una aventura de vida, tal vez ofrecer una enseñanza, conocerse a uno mismo, pasar el tiempo, etc. Por nuestra parte podemos decir que este escrito posee una motivación principalmente estética, en el sentido de buscar la contemplación de una unidad, desde la articulación de cada una de las partes de la obra. En este caso hemos apelado a la narración del proceso de una vida individual, pero bien podría ser aplicado, por ejemplo, a la vida del pensamiento universal[1] o al pensamiento paraguayo[2], como lo hemos hecho en otros escritos.

      Es otras palabras, este libro no está motivado en sí mismo, sino que es el resultado de un proceso de investigación y de escritura que tiene muchas aristas y que confluye en una visión unitaria de lo que significa ser hombre en relación con la naturaleza, con los demás y con la personalidad.

    El presente trabajo puede servir también como un modo de contrastar biográficamente unos planteamientos filosóficos, en sus variantes metafísicas, antropológicas, gnoseológicas, éticas y estéticas. Por supuesto, la filosofía no se demuestra ni se impugna con la biografía, por ejemplo, no necesito conocer la vida de Descartes para confirmar la veracidad de su pensamiento; pero conocer algunas circunstancias por las que pasó un autor puede motivarnos a profundizar en sus ideas o propiciar la intuición de los planteamientos que el autor nos propone, o incluso conocer e interpretar la sociedad y la cultura desde las cuales el autor pensó y que de alguna u otra manera influyeron en sus ideas.

 

     Entonces, podemos plantear la pregunta: ¿quién soy yo? En verdad no sé quién soy y en la medida en que más he vivido ha aumentado la incógnita, y así está bien, porque me he dado cuenta de que todo lo escrito en este trabajo no es más que una construcción, una ficción, es literatura, y esto, aun cuando trate de remitirme a los hechos y despliegue técnicas de la investigación cualitativa interpretativa[3].

     La vida del hombre es como un árbol que va creciendo con los años y durante la primera mitad generalmente uno cree que su vida son el tronco, las ramas, frutos y flores, ya que esas son las partes más visibles de nuestro árbol vital, pero cuando uno se va introduciendo en la segunda etapa de la vida (entre los 35 y 45 años) empieza también a tomar conciencia de las raíces, que están en lo más hondo de uno mismo, en una profundidad tal que uno nunca podrá descifrarlas del todo[4], porque están unidas al flujo mismo de la vida, al fondo metafísico de todo lo existente[5].

      Así que la presente obra es simplemente la historia de una búsqueda, el relato de un peregrinaje, el símbolo de una aventura humana. 

     Entonces, aunque aquí el motivo de la escritura tenga que ver con la historia de una persona en particular, es necesario pensar e interpretar al hombre mismo detrás de la máscara de una personalidad específica. Es decir, más allá de lo auto-biográfico, este escrito pretende ser una reflexión sobre el ser humano[6]. En otras palabras, la pregunta principal que mueve a este trabajo es ¿qué es el hombre?

 

      Me he buscado toda mi vida[7] y como residuos de esa búsqueda han quedado imágenes, que se han ubicado curiosamente entre todo lo que he escrito. Pero también he buscado a la filosofía en mí, porque he hecho de ella una cuestión personal y quizá por ello la he hallado en la forma de numerosas preguntas, que, aunque no tengan respuestas, alimentan el gozo y el asombro que brotan del cultivo del espíritu.

      Las tres fundamentales preguntas de la antropología filosófica son: ¿Quién soy yo? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Y las utilizaremos a lo largo del presente trabajo, valiéndonos para ello de un marco teórico que hemos expuesto en los libros 3 al 6 de nuestra “cosecha de pensamientos”[8], marcado principalmente por el influjo de Schopenhauer, sin olvidar los aportes de Nietzsche, Spengler o Heidegger.

 

     La distancia al presente que hemos considerado en este escrito es de tres años, pues a través de este espacio de tiempo la vida se ve ya desmaterializada, o como diría Schopenhauer desvoluntarizada, y por lo tanto se muestra apta para la contemplación estética, o simplemente para una observación mesurada y tranquila, que deje de lado tantos vanos apegos. Al respecto nos dice Arthur Schopenhauer:

“Aquella felicidad de la intuición voluntaria es, finalmente, la que difunde ese encanto tan asombroso sobre el pasado y la distancia, y nos lo presenta a una luz embellecedora por medio de un auto-engaño. Pues al hacernos presente los días pasados hace tiempo vividos en un lejano lugar, lo que nuestra fantasía evoca son solamente los objetos, y no el sujeto de la voluntad, que antaño cargaba con innumerables sufrimientos igual que ahora: pero ahora están olvidados, porque desde entonces han dejado su lugar a otros”[9].

 

   La vida es como un suspiro, de modo que todos los recuerdos dan la impresión de que son sólo de ayer, pero plasmados como en los horizontes de un cuadro, o como una sublime sinfonía que queda sonando en nuestra memoria cuando ya hemos dejado de escucharla.

   Todo lo que hemos vivido forma parte de todo lo que de alguna manera ya hemos muerto, quedando las imágenes antes que nada como agrupadas en arquetipos o símbolos, y no ya como una forma de auto consideración, y quizá por ello, acaso podemos plasmar la vida pasada en una obra literaria.

 

    Y precisamente, la escritura y la reflexión sobre las imágenes de mi pasado constituyen formas del cultivo del espíritu (como ya indicamos más arriba), una de las principales enseñanzas que he tomado de Schopenhauer.  

   Antes de asimilar las ideas del filósofo alemán, mi vida se reducía a seguir las metas que la sociedad moderna (en sus distintos tipos) nos impone: la obtención de dinero y de posicionamiento social. La enseñanza de Schopenhauer es que existe algo que vale mucho más que estos logros, y al que a su vez deben subordinarse: el cultivo del espíritu[10].

     Y así como en el título de la auto-biografía hago alusión a Schopenhauer, también apunto a mi condición de paraguayo, como alguien que construye su subjetividad en el contexto de una sociedad y una cultura peculiar (la paraguaya), que ineludiblemente condiciona las direcciones que tomó, toma o pueden tomar las imágenes de una aventura de vida.

 

   Por el hecho de que el periodo de tiempo que abarca esta autobiografía alcanza aproximadamente la mitad de lo que vive en promedio una persona en nuestro tiempo (es decir, tenemos  la infancia, la juventud y una incipiente madurez), la metodología de la división en cuatro edades de la vida, que utilizamos generalmente en nuestros escritos tomará algunas peculiaridades. Seguiremos con la división en cuatro, pero en vez de edades utilizaremos las cuatro estaciones anuales: primavera, verano, otoño e invierno.

A modo de enfoque teórico

     Podemos proponer las ideas de Schopenhauer como una especie de referencia teórica que nos dotará de mejores herramientas para interpretar a cada uno de los fragmentos que constituyen a la totalidad de la auto-biografía. Un planteamiento que está justificado por la misma alusión al nombre del filósofo alemán en el título del libro.

     Hay dos ejes para tener en cuenta en las ideas de Schopenhauer, por una parte, las temáticas eminentemente filosóficas, como la metafísica, la teoría del conocimiento, la estética o la ética, tratadas en su libro “El mundo como voluntad y representación”[11]; por otra, sus reflexiones sobre normas morales, desarrolladas principalmente en su obra “Arte del buen vivir”[12]. El primer eje nos ha servido para tratar de comprender la mística, el funcionamiento de la mente y la acción humana; mientras que el segundo nos ha sido de provecho como guía moral para orientarnos en medio de los cambiantes caminos de la cotidianeidad.

A modo de enfoque metodológico

     Con el propósito de extraer una mejor comprensión de la obra, hemos tratado de llevar adelante la técnica del análisis documental, así, hemos numerado a cada uno de los fragmentos y los hemos asociado con las ideas que aparecen en ellas, las cuales han sido anotadas al pie de la página en la que el texto se inicia, lo que a través de un recuento nos permitió distinguir los conceptos que han sido más utilizados en la auto-biografía.

A modo de enfoque contextual

     El marco en el que se despliegan las imágenes de esta auto-biografía está compuesto por la sociedad y la cultura paraguaya, y de manera más específica por los estadios de la política nacional, por ello, al inicio de cada una de las cuatro secciones principales hemos escrito breves alusiones a ellos.

A modo de enfoque analítico

     Una vez hecho el recuento, las ideas centrales fueron definidas en un glosario ubicado en la última parte del libro, lo que nos permitió analizar con mayor claridad las relaciones entre ellas, y cómo se proyectan para explicar cada uno de los acontecimientos narrados, dándonos a su vez la posibilidad de llegar a un epílogo sobre el trayecto de vida que hemos estudiado.

      Los tres conceptos que han aparecido con mayor frecuencia en nuestro análisis (experiencia estética, escritura y filosofía) han sido colocados como una especie de segundo subtítulo del libro.

Último comentario introductorio

     De cualquier manera, la obra está ordenada como para ser leída desde distintas orientaciones, sea como un texto meramente literario, o como un libro de análisis psicológico, socio-cultural o filosófico, desplegado a lo largo de una historia de vida, así, cada lector sabrá escoger el enfoque que mejor se adecue a su interés.  

 

 



[1] (León Helman, 2016/2023)

[2] (León Helman, 2014/2021a)

[3] (Guttandin, 2012).

[4] El hombre es un ser en relación, con los demás, con la naturaleza, con la propia personalidad, y no somos ni nuestra sociedad, ni nuestro cuerpo, ni nuestra personalidad, pero nuestro ser se expresa en ellos.

[5] San Agustín llamaba Dios a este fondo último de nuestra interioridad, y lo planteaba como algo inmutable, porque no dependía de los cambios, que por ejemplo se relacionan con la personalidad de un individuo. Bergson sin embargo escribe sobre un fundamento en constante flujo, como aquel río de Heráclito que nunca es el mismo. Desde el pensamiento postmoderno ya se puede hablar de la nada, como un fundamento sin fondo.

[6] (León Helman, 2011/2024, pág. 9)

[7] Esto se refleja en el primer título que le dimos a nuestra auto-biografía: “Búsquedas”, en la edición del año 2014. Estas búsquedas, estas investigaciones, brotan generalmente de situaciones límites y de estados de ánimo extremos. Esto lo iremos ejemplificando en el cuerpo de este trabajo.

[8] (León Helman, 2011/2024, págs. 10-11)

[9] (Schopenhauer, 1819/1927, pág. 253)

[10] (Schopenhauer, 1998 , págs. 69-70)

[11] (Schopenhauer, 1819/1927)

[12] (Schopenhauer, 1998 )


Enlace al libro completo:

https://drive.google.com/file/d/1lnJiUCuYf-G1GNHyHjiJt6xNfqE3d3H2/view

viernes, 17 de mayo de 2024

A TRESCIENTOS VIENTE AÑOS DE LA MUERTE DE JOHN LOCKE (1632-1704)

 

     Fue un filósofo inglés. Considerado el iniciador de la corriente filosófica del empirismo y uno de los principales pensadores ilustrados. Sus ideas políticas han establecido las bases del liberalismo.

     Entre sus obras cabe citar el “Tratado sobre el gobierno civil” (1690), “Ensayo acerca del entendimiento humano” y “Ensayo sobre la educación” (1693).

Ideas y revolución

     Como uno de los principales exponentes de la ilustración, sus ideas aparecieron como revolucionarias en un tiempo en el que el régimen político vigente era la monarquía absoluta. Y esto es importante considerar, muchas ideas que ahora nos parecen ser completamente convencionales, alguna vez fueron revolucionarias. E insistimos en esto, el liberalismo constituye un conjunto de ideas originalmente revolucionarias (en especial cuando nos referimos al liberalismo francés), pero una vez que se hicieron predominantes en la cultura occidental pasaron a ser ya conservadoras (en especial cuando nos referimos al liberalismo inglés).

Naturaleza y convención

     La distinción entre naturaleza (o physis) y convención ya había sido planteada por los sofistas en la antigua Grecia, quizá la diferencia que se da en los albores del mundo moderno es que los pensadores ilustrados buscaban justificar a través de estos términos la transformación de las sociedades occidentales, es decir, más allá de constituirse esta distinción en un problema filosófico, formaba parte de un marco teórico para explicar la oleada de cambios políticos que se estaban produciendo en Europa.  

     Tanto John Locke como David Hume fueron exponentes del pensamiento empirista y del liberalismo, pero cuando se trataba explicar el origen de la sociedad o del gobierno civil, pareciera que Locke volvió a recurrir a ideas racionalistas al sostener que en el estado de naturaleza (es decir, en una especie de sociedad elemental) por más que no existen normativas formales si rige una “ley natural”, la cual puede ser descubierta a través del pensamiento, de la razón.

El contrato social

     Al igual que Rousseau y Hobbes, uno de los temas principales de la filosofía de John Locke es el paso del estado de naturaleza a la sociedad civil a partir de un “contrato social”.

    Si Rousseau postulaba que en el estado de naturaleza el hombre era bueno y Hobbes sostenía que era malo, para Locke no se daba precisamente ni lo uno ni lo otro, pero existía una ley moral natural, innata en los hombres, que era la que direccionaba, a pesar de que existían atropellos, el trato entre los individuos. Precisamente para impedir que se sigan dando tales atropellos a la ley natural y para garantizar los derechos desde ella emanados, entiéndase, el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, es que se firma un contrato social que da origen a la sociedad civil.

(Extracto de "Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno")