Fue un filósofo alemán. Iniciador de la
corriente de pensamiento denominada materialismo histórico-dialéctico. Sigue a
su manera con ese ideal hegeliano de concretar la realización plena de un
principio fundamental, solo que en reemplazo del Espíritu, Marx ubica a la
materia. Ella no se despliega sólo en el ámbito de la naturaleza, sino también
en los espacios humanos, en la economía, la sociedad y la cultura.
Realizó sus estudios secundarios en
Tréveris, su ciudad natal, luego pasó a Bonn en donde empezó a estudiar Leyes,
pero al parecer entonces le entusiasmó más la vida bohemia que el estudio; por
ello, su padre lo trasladó a Berlín, en donde se apasionó por la filosofía.
La dialéctica marxista
Partiendo desde aquello que Hegel llamó
espíritu objetivo, Marx llegará a su propia concepción de la dialéctica, una
que estará marcada por el materialismo asumido por su autor.
El hombre
Marx, como todo pensador socialista, posee
una visión optimista del hombre, así, plantea que las posibilidades del pleno
desarrollo humano están abiertas, y que sólo se debe trasformar a la sociedad
para ellas florezcan.
Precisamente, las condiciones sociales que impiden al hombre su
desarrollo pleno para Marx se asocian con el capitalismo. Este modo de
organización económica sume a los seres humanos en un estado de alienación[1].
El hombre alienado es aquel que se hace “otro”, distinto a lo que por
naturaleza debería alcanzar, esto es, su realización plena a través del
trabajo.
La sociedad capitalista
Una cuestión central del pensamiento de Marx
al analizar la estructura de la sociedad capitalista es la del valor-trabajo.
Para los economistas clásicos como Smith y Ricardo, el valor podía ser de dos
tipos, el de uso y el de cambio (al que también podemos denominar precio). El
primero, el de uso, se relacionaba directamente con la posibilidad de
satisfacer las necesidades humanas; y se diferenciaba del segundo, el valor de
cambio, porque éste regía la comparación de un objeto con otro, en orden a su
intercambio. En tal sentido, Marx sostenía que los productos del trabajo en una
sociedad capitalista se constituían en una “mercancía”, por estar sujetos a la
compra y a la venta (valores de cambio).
Lo que Marx llamó el “fetichismo de la
mercancía” hace que los productos del trabajo humano se vuelvan meros
“objetos”, separados (o alienados) ya del hombre, negando a su misma
naturaleza. Esta “objetivación” del mundo llevada a cabo por el capitalismo,
según Marx, encontrará una fuerte resonancia en ideas como la racionalización
(Weber) o la reificación (Luckacs) en todos los ámbitos de la sociedad moderna.
Para Marx la propiedad privada es fuente de
injusticias, y clave para explicar la explotación que sufre el proletariado en
el modo de producción capitalista. Entre las dos principales clases sociales de
la sociedad industrial, burgueses y capitalistas, son los primeros los que
poseen la propiedad de los medios de producción, a través de los cuales
explotan a los segundos, negando y amputando así las capacidades humanas del
trabajador.
El futuro
Otra temática importante en el pensamiento
de Marx son sus predicciones para el futuro.
Resulta curioso que algunos estudiosos
planteen por ejemplo que “Marx solía escribir como si pensara que los cambios
en los modos de producción fueran inevitables”[2].
Diferenciar entre lo que pensó, y está efectivamente plasmado en sus escritos,
y lo que quiso pensar pero que no escribió, es un juego malabarístico que no
nos lleva sino al oscurecimiento de las ideas de este genial pensador.
Lo mismo podemos decir con comentarios como
“Marx parece un determinista económico en numerosos lugares de su obra”[3].
La pregunta que podemos hacernos es ¿parece o es? En este caso George Ritzer
alude al método dialectico utilizado por Marx para negar el determinismo, mas,
a partir de esta afirmación podríamos preguntarnos a su vez ¿fue siempre Marx
fiel a la dialéctica? Y ¿no se dirigió hacia ahí la crítica de los marxistas
hegelianos hacia el maestro?
Marx pensaba que el propio desarrollo
capitalista terminaría por llevarlo a la ruina, en particular por la
acumulación de capital en manos de unos pocos, lo que llevaría a la
proletarización del mundo. A partir de ahí la lucha de clases daría lugar a una
revolución, gracias a la cual el proletariado instauraría una dictadura.
En este enfoque recibió la influencia del
antropólogo norteamericano Lewis Henry Morgan, quien sostenía que la humanidad
había pasado por las etapas de salvajismo y barbarie, para desembocar luego en
la civilización, representada por la cultura y la sociedad occidental. Marx se
apoyó en estas ideas para sostener que las sociedades humanas pasaron por
distintos estadios como el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo,
el actual capitalismo, y que necesariamente debería también desembocar en el
comunismo, dándose así un retorno a una especie de mítica edad de oro[4].
Por supuesto, el comunismo posterior al capitalismo ya habría asimilado
dialécticamente los estadios anteriores, pero de todas maneras tendríamos un
comunismo al fin.
Sin embargo, el capitalismo ha sabido
realizar aquello que Schumpeter llamo “destrucción creativa”, lo que le ha
permitido mantenerse hasta nuestros días, no sin numerosas fricciones, y
apelando a interminables reformas para manejar esta embarcación de la humanidad
que según algunos pensadores sociales, como Anthony Giddens o Zygmund Bauman, ha
perdido el rumbo.
La dictadura del proletariado[5]
Para Marx el estado no era más que un órgano
burgués de opresión y coerción del proletariado. En gran medida debido a esta
apreciación, no pensaba que una revolución[6]
pudiera darse sin el uso de la violencia, o sea a través de las formas
tradicionales de hacer política[7].
Marx nunca apreció la idea del estado, por
lo cual sostuvo que la dictadura establecida por el proletariado implicaría la
substitución del estado burgués, y ya luego con la llegada comunismo se
eliminaría toda reminiscencia de tal institución.
[1] Del verbo
latino “alieno”, alejar, desunir, descontentar, asociado con el sufijo “ción”,
que alude a una acción o efecto.
[2] George Ritzer. Teoría
sociológica clásica, ed. cit., p. 184.
[3]
George Ritzer. Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill, Madrid,
1993, p. 157.
[4] Cfr. Mircea
Eliade. El mito del eterno retorno. Emece, Bs. As., 1952, p. 164.
[5] Podemos plantearnos aquí
la pregunta ¿Qué es la dictadura? Es una forma de gobierno en donde el poder se
concentra en manos de un individuo o de un grupo (o élite gobernante); por
ende, en una dictadura no existe una división de poderes, ni es posible, en
general, un traspaso del poder a un grupo opositor a través de procedimientos
pacíficos, ni tampoco se da
participación de la ciudadanía en la elección de las autoridades. La forma
política de la dictadura fue utilizada por los antiguos romanos, en especial en
tiempos de crisis. La forma de gobierno opuesta a la dictadura es la
democracia.
[6] Del latín
“revolutio”, término que posee el prefijo “re” (hacia atrás), el radical
“volveré” (dar vueltas) y el sufijo “tio” (acción y efecto). De ahí que la idea
básicamente signifique: acción y efecto de dar la vuelta de un lado hacia otro.
[7]
Considérese que pensadores como Roger Garaudy sostienen que lo esencial de la
revolución socialista no es la violencia sino la transformación radical de los
modos de producción.
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