En la portada de nuestro ensayo podemos observar una pintura de Pieter
Broeghel el Viejo, que recrea la mítica imagen bíblica de la torre de Babel, en
donde la divinidad dispersó a la humanidad al darles diferentes lenguas, y por
ende, diferentes culturas y códigos para el entendimiento. Una situación que se
asemeja a la que tenemos en nuestras sociedades, en donde a pesar de la
predominancia de la cultura occidental, debemos encontrar acuerdos entre
interlocutores con distintos proyectos de vida o visiones de mundo. Y son de
desafíos como éste de donde surge la necesidad de reflexionar y plantear una
ética social que nos permita hacer de la convivencia una experiencia más
tolerable, compasiva y útil para encarar las situaciones de crisis que la
historia nos depara.
En este ensayo nos ocuparemos
sobre cuestiones relativas a la ética social, la democracia y la crítica; y de
ahí partiremos para entablar la búsqueda de direcciones que nos permitan
acercarnos a una sociedad más tolerable,
lo que implica, que en la medida de lo posible se establezcan mejores
condiciones “públicas” para las apuestas
éticas “privadas”[1].
Aparte de ello, las grandes situaciones de crisis que se ciernen sobre
la humanidad nos hacen parar frente a ellas (en particular a través de las
reformas), ya que constituyen amenazas
para la misma supervivencia de la especie. Estas situaciones de crisis
son: la degradación ambiental, las guerras, la pobreza y la desintegración
espiritual del individuo.
De todas maneras, la forma de evitar que los acuerdos a que se llegan se
escleroticen y deriven en dogmas y en fanatismos, es el cultivo constante de la
crítica, social y personal, y ello, desde el mismo suelo de la nada. Sólo de
esta manera podremos estar a tono con los vertiginosos cambios que la
naturaleza, la sociedad y nuestra propia subjetividad nos proponen en nuestros
tiempos.
El intento de articular una moral social se empezó a dar ya en la
antigua Grecia, en especial a partir Sócrates y los sofistas, y desde entonces
el intento de encontrar un modo de vida que conduzca a la sociedad hacia la
plenitud, la felicidad, o por lo menos hacia un espacio de vida más tolerable
no ha acabado. Lo que hacemos entonces en este ensayo es recrear un afán que
lleva siglos, y que cada vez se hace más necesario por los grandes riesgos y
crisis que la humanidad afronta y afrontará.
[1] En nuestra
serie “cosecha de pensamientos” hemos insistido en considerar a la vida humana
como una cruz, la horizontal de esta
cruz representaría a todo lo pertinente a la cotidianeidad, en donde entrarían
a tallar todo lo referente a lo “público”; en cambio, la vertical de la cruz
representaría el desarrollo de la riqueza espiritual, por ende estaría relacionada
con las apuestas éticas “privadas”.
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/12W7EAJh0PdI0mBIZLCL1LQedzAC_XrdL/view?usp=sharing
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