Fue un filósofo y literato francés. Es uno
de los principales representantes de la corriente existencialista, que floreció
hacia la mitad del siglo XX. Recibió fuertes influencias de la fenomenología de
Husserl y de las ideas de Marx. También es posible detectar en sus reflexiones
la impronta de pensadores como Kant, Hegel, Nietzsche, Kierkegaard,
Schopenhauer o Heidegger.
Se graduó en filosofía en la Escuela
Normal Superior de París y en Alemania estudio un par de años la fenomenología
de Husserl (en Berlín). Enseñó en los liceos de Le Havre y París.
Durante la segunda guerra mundial fue
prisionero de los alemanes y al salir de la prisión se unió a la resistencia
francesa. Junto al filósofo francés Merleau-Ponty conformaron el grupo
“Socialismo y libertad”.
Su pensamiento ha sido interpretado en
clave feminista por su inseparable compañera, la escritora Simone de Beauvoir.
Las ideas de Sartre nos ofrecen una
exposición clásica del movimiento existencialista, centrado en el individuo,
una aplicación peculiar del método fenomenológico y una curiosa conjunción
entre existencialismo y marxismo.
Entre sus obras filosóficas cabe destacar
a: “La trascendencia del ego” (1936), “La imaginación” (1936), “Ensayo de una
teoría de las emociones” (1939), “El imaginario. Psicología fenomenológica de
la imaginación” (1940), “El ser y la nada. Ensayo de una ontología
fenomenológica” (1943), “El
existencialismo es un humanismo” (1946) y “Crítica a la razón dialéctica”
(1960).
Sartre también volcó sus ideas en obras
literarias como en la novela “La náusea”
(1938) y en composiciones teatrales como “Las moscas” (1943), “A puerta
cerrada” (1945), “Las manos sucias” (1948),
“El diablo y el buen Dios” (1951) y otras.
Es posible distinguir dos etapas en la
obra de este pensador; en la primera se muestra eminentemente existencialista;
mientras que en la segunda se da la conjunción entre existencialismo y marxismo.
a.
El ser en sí
Sartre
asumirá la fenomenología para investigar sobre el fundamento de todos los entes
(las cosas), sobre la ontología. Por ello Sartre calificará a su
posicionamiento filosófico como una “ontología fenomenológica”. Pero ¿qué son
las cosas? Las cosas muestran lo que son en su aparecer, no hay nada más allá
de lo que se muestra o aparece (no hay ninguna cosa en sí, no hay una esencia
del mundo).
Pero aunque no exista nada más allá de lo
que aparece, podemos hacernos la pregunta por ello, y la respuesta no podría
ser más que la nada. Aquello que la filosofía tradicional llamó ser no es sino
nada. El “ser en sí” (etre-pour-soi) es nada para el sujeto. Al ser en sí o la
nada se llega analíticamente no descriptivamente (mediante el método
fenomenológico).
Las cosas (los entes) aparecen como tales
sólo frente a un sujeto que conoce, frente a la consciencia. La consciencia
tiende (de ahí el concepto de in-tencionalidad) hacia los objetos, y éstos se
muestran, se revelan a la consciencia.
Entonces, con la fenomenología Sartre
espera volver a las cosas mismas, espera lograr una descripción de lo que se muestra,
antes que una espesa especulación sobre el sentido del ser.
b.
El ser para sí
Para Sartre el hombre no es un ser ya
hecho (no es un ser en sí) sino en proceso de realización (un ser para sí), por
eso “la existencia precede a la esencia”. La consciencia misma vino a negar esa
esencia inmutable, ese ser en sí. Entonces, no existe ninguna naturaleza
humana, ni trascendente, ni tampoco ilustrada.
El hombre se sitúa en el mundo como “estar
ahí”[1]
(la misma existencia) y desde este posicionamiento se construye su modo de ser
a partir de las elecciones que se toman.
El “ser para sí” es existencia, es
introducción del tiempo entre la consciencia y el ser en sí, en otras palabras,
es pro-yecto, posibilidad y creación.
El término “ex-istecia”, significa estar
parado y direccionarse hacia a-fuera; en otras palabras, la existencia es
acción, con-strucción, trabajo[2].
La mirada es el factor de cosificación del
mundo. Esta idea será tomada por Michel Foucault para explicar la episteme característica
de la medicina clínica que se inicia en el siglo XIX.
c. Sartre marxista
Sartre propone una extraña conjunción
entre el existencialismo y el marxismo, y decimos extraña porque el
existencialismo se caracteriza por la exaltación del individuo, mientras que el marxismo define al
hombre como “el conjunto de las relaciones sociales” (Sexta tesis sobre
Feuerbach). De alguna manera con su obra “Crítica a la razón dialéctica”
(1960), Sartre tratará de volcar sus primeras reflexiones hacia la posibilidad
de justificar no sólo la libertad del individuo, sino también la transformación
de la sociedad y la cultura (un afán también enarbolado por el pensamiento
ilustrado, del que Marx fue tributario).
Sartre se presenta, acaso como un nuevo Kant,
queriendo someter a crítica a una razón, que se había emparentado no sólo con
la ilustración, sino también ya con el pensamiento de Marx (unas décadas atrás
Wilhelm Dilthey también había retornado a Kant, con su pretensión de llevar
adelante una “crítica a la razón
histórica” en su obra “Introducción a las ciencias del espíritu” de 1883).