Filósofo alemán. Es uno de los principales exponentes modernos del
voluntarismo. La raíces principales del pensamiento de Schopenhauer son Platón,
Kant y el pensamiento oriental. Por supuesto, también, en líneas generales
recibe fuertes influencias del romanticismo, por lo cual puede ser considerado a
su vez como un pensador neo-romántico. En su periodo de estudiante se interesó
por las ideas del filósofo escéptico Schulze y en la Universidad de Berlín
asistió a las clases de Fichte y Schleiermacher.
Entre las obras del filósofo
alemán podemos citar el libro fundamental para entender su pensamiento, “El
mundo como voluntad y representación” (1818), compuesto de cuatro partes, a las
que en años posteriores el autor agregará unos escritos complementarios (1844).
También pueden citarse otras obras como: “De la cuádruple raíz del principio de
razón” (1813), “De la visión y los colores” (1816), “Sobre la voluntad en la
naturaleza” (1836), “Los dos problemas fundamentales de la ética. Sobre la
libertad de la voluntad y Sobre el fundamento de la moral” (1841) y su
colección de aforismos ensayos denominado “Parerga y Paralipomena” (1851), en
donde se pueden encontrar interesantes escritos que luego se han divulgado por
separado como “El arte del buen vivir”, “El amor, las mujeres y la muerte” o
“Sobre la filosofía de la universidad”.
La vida del joven Schopenhauer estaba preparada para que él se dedique al
comercio (su adinerado padre hizo todo lo posible para alejarlo de aquella
“inútil” ocupación llamada filosofía) pero luego del inesperado fallecimiento
de su progenitor, encontró el camino libre para entregarse al pensamiento y a
la escritura.
Es notable, dentro de esta
perspectiva simbólica con la que abordamos la historia de la filosofía
occidental, que Arthur Schopenhauer se haya despachado contra Hegel (quien
constituye la madurez suprema del pensamiento moderno al plantear la identidad
plena de razón y realidad) de una forma explícita, revelando con ello una
vertiente paralela al racionalismo del pensamiento occidental.
Schopenhauer puede ser considerado como un pensador que se adelantó a
los llamados por Ricoeur “filósofos de la sospecha”[1], a partir de sus planteamientos sobre el fondo
no racional (la voluntad) de todo lo que conocemos y hacemos[2].
1. Generalidades
La
filosofía
Schopenhauer identifica al filósofo con el genio. Por eso, desde su
perspectiva los profesores de filosofía (a los que criticó en su obra “Sobre la
filosofía de la universidad”) no son filósofos sino “mercaderes” del
conocimiento.
En relación con esta cuestión sostiene:
“el
simple diletantismo en el arte está muy alejado de la facultad creadora; por
otra parte, las ciencias dejan en pie las relaciones de los fenómenos entre sí,
no pueden absorber al hombre íntegro, colmar todo su ser, ni, por consiguiente,
entrelazarse tan estrechamente en el tejido de su existencia que se haga
incapaz de tomar interés por todo lo demás. Esto está exclusivamente reservado
a la suprema eminencia intelectual, a la que se llama comúnmente genio; sólo
ella toma por norma, íntegra y absolutamente, esencia y la existencia de las
cosas; después de lo cual tiende, según su dirección individual, a expresar sus
profundas concepciones por medio del arte, la poesía o la filosofía”[3].
2.
El mundo como voluntad y representación
2.1. La voluntad
Schopenhauer equipara la cosa en
sí kantiana con la voluntad, pero, ¿acaso la cosa en si no era un terreno
imposible para el conocimiento según Kant? Schopenhauer sostiene que ella si
puede ser conocida, pero ya no al modo del realismo (el mundo está fuera de la
mente) o el idealismo (el mundo está en la mente), sino mediante lo que llama
un conocimiento “sui generis”, el proporcionado por los movimientos del cuerpo.
Kant decía que para conocer la esencia del mundo era necesario poseer una
intuición intelectual, algo inexistente en el hombre. Pero Schopenhauer
sostiene que en contrapartida el hombre posee una intuición, de tipo volitiva,
que se enraíza en el cuerpo y que permite conocer la esencia del mundo.
El sufrimiento se fundamenta en la voluntad del individuo, que busca una
satisfacción plena de sus deseos manteniendo su forma de sujeto sometido a la
voluntad. Es como si quisiera meter el océano en un vaso de agua. Esto es lo
que hace que vida sea absurda[4].
2.2. La representación
La voluntad se hace objeto en la representación. La representación puede
ser de dos tipos: la representación sometida al principio de razón y la
representación independiente del principio de razón (que constituye al conocimiento
estético).
La
Sociedad
Para Schopenhauer la salvación humana no se encuentra en la sociedad
(como lo plantean las filosofías e ideologías del liberalismo y el socialismo
en general), pues asume a su manera la
enseñanza budista de que la vida es dolor, y la cristiana de que el hombre es
malo por naturaleza[5].
En tales condiciones la única salida posible para este filósofo alemán es la
“negación de la voluntad de vivir”, es decir, la negación de la esencia mismo
del mundo. Este logro, plantea Schopenhauer, esta ejemplificado en la vida de
los grandes santos, sanyasis, anacoretas, faquires o monjes, de todos los
tiempos y de todas las tradiciones religiosas.
En lo que hace a las cuestiones relativas a la sociedad, es evidente que
Schopenhauer no puede esperar con optimismo ninguna de las promesas de las
ideologías clásicas (liberalismo o socialismo) ya que sostiene que la vida en
sí misma es dolor, de ahí que plantee que vale más abandonar la sociedad antes
que tratar de transformarla.
De todas maneras, las posibilidades de la gran mayoría de los seres
humanos están alejadas de poder negar plenamente la voluntad, por el cual, para
que no se haga insostenible una guerra de todos contra todos, el Estado debe
obrar un sentido negativo, asegurando el orden y la seguridad en un espacio en
donde naturalmente no existe sino caos y luchas constantes.
Lo originario en relación con la sociedad es la “injusticia”, que se
explica por la lucha de todas las manifestaciones de la voluntad entre sí, ya
sea en el reino mineral, vegetal o animal, pero en forma más dramática entre
los hombres.
3.
El Arte del buen vivir
Schopenhauer, en especial en “El arte del buen vivir”, sostiene como
ideal existencia a la vida teorética, el trabajo no le da al hombre ningún tipo
de dignidad, antes bien, es lo que le impide, al posibilitado para ello, el
desarrollo pleno de su riqueza interior.
No es de extrañar entonces, que el pensador marxista George Luckacs haya
considerado a Schopenhauer como una de las principales figuras del
conservadurismo del siglo XIX (aunque de un modo indirecto, al alentar el
retiro del mundo).
Y esta postura se reforzó por los desengaños que sufrió Schopenhauer en
su carrera como profesor académico, siempre ensombrecido por la acaparadora
figura de Hegel, el filósofo del Estado prusiano. En fin, luego de un tiempo el
filosofó también se retiró de la universidad, para alabar las gracias del
aislamiento y las miserias de la sociedad.
En “Parerga y paralipómena”, términos griegos que significan opúsculos y
suplementos, y específicamente en “El
arte del buen vivir”, se concentra antes que nada en el mundo cotidiano,
alejándose de alguna manera de sus planteamientos más metafísicos. Quizá este
cambio de orientación haya sido uno de los factores que contribuyeron a la
popularidad que alcanzó ya en los últimos años de su vida. Podríamos incluso
animarnos a decir que el Schopenhauer de “El mundo como voluntad y
representación” es una especie de estructuralista que deja poco espacio para
las posibilidades del individuo[6],
en cambio, el Schopenhauer de el “Arte del buen vivir” es semejante a un
postmoderno que se anima a dar una receta de vida entre muchas posibles.
Para Schopenhauer el término eudemonología
(tratado sobre la existencia feliz) es simplemente un eufemismo, pues para él
significa simplemente vivir
tolerablemente. La excitación de la voluntad particularizada significa
sufrimiento, y frente a ello el cultivo del espíritu disminuye tal excitación
de la voluntad.
En esta obra un tema recurrente es
el del aislamiento, que se hace
necesario para aprovechar al máximo el ocio disponible, en función del cultivo
de los goces intelectuales, que no dan precisamente la felicidad, pero si
propician el logro de una existencia tolerable.
Aquí también Schopenhauer sostiene una suerte de planteamiento elitista,
al establecer diferenciaciones entre el “hombre superior”[7]
y el hombre vulgar[8].
Vemos aquí de alguna manera el traspaso de la idea del genio[9]
(muy cultivada por los románticos y tratada también en El mundo como voluntad y
representación) hacia ámbitos asociados con la cotidianeidad.
(Extracto de “Robert León Helman.
Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”)
[1] Cfr.
Paul Ricoeur. Hermenéutica y Psicoanálisis. Aurora, Bs., As., 1975, p 5.
[2] Cfr. Dolores Castrillo
Mirat. Introducción al arte del buen vivir de Schopenhauer. Edaf, Madrid, 1998,
p 16.
[4] Podemos
encontrar resonancias de este de planteamientos en las ideas de Jean Paul
Sartre sobre el ser en sí y el ser para sí.
[7] Al que
también llama “hombre inteligente”, “hombre dotado de facultades intelectuales preponderantes”.
[9] Cfr. Arthur
Schopenhauer. El arte del buen vivir. 1998, p. 74; Reale-Antíseri. Historia de
la filosofía. 2010, p. 28.
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