miércoles, 24 de junio de 2020

INTRODUCCIÓN A “CIERRA LOS OJOS. COLECCIÓN DE POEMAS FILOSÓFICOS”


  La mayoría de los escritos de esta  colección de poesías filosóficas surgieron entre los años 2003 y 2004 (sólo los últimos no pertenecen a este periodo). Productos de la vibrante juventud, en donde el mundo impacta en forma sublime, en donde explosionan los afectos todos,  conjugándose en una danza cósmica de dolor y de gozo, de barro y de estrellas, de vida y de muerte.
   Muchas veces me ha salido al paso la tentación volver a escribir poemas, ya después del paso de esta “primera juventud”, y lo he hecho en unas pocas ocasiones, pero también en esos instantes comprendí que ya había escrito todo lo que poéticamente podía dar en aquellos paradigmáticos tiempos del experimento de mi existencia. De aquí entonces que ahora me dedico antes que nada a interpretar, a la recreación  constante de un mismo sentimiento cósmico.
   Las temáticas constantes de esta serie de poemas son la naturaleza -en su belleza y sublimidad- y la angustia, interpretada como la llave que nos abre a los goces supremos del espíritu.
   Tal vez volver a lo poético de nuestras vidas sea resistirnos a que la cotidianeidad nos trague y nos envuelva en su inmunda bolsa de monotonía; tal vez sea volver a pronunciar la palabra libertad como si retornáramos a  los inicios de la juventud, en donde ella destilara todo lo sagrado y sublime que guarda nuestro paso por el mundo…


Enlace al libro completo:

https://drive.google.com/file/d/1TtU79Hpq7oA7Inpfy7gZ3RC0oDK9uLNL/view?usp=sharing

martes, 16 de junio de 2020

A CIENTO SESENTA AÑOS DE LA MUERTE DE ARTHUR SCHOPENHAUER (1788-1860)


   Filósofo alemán. Es uno de los principales exponentes modernos del voluntarismo. La raíces principales del pensamiento de Schopenhauer son Platón, Kant y el pensamiento oriental. Por supuesto, también, en líneas generales recibe fuertes influencias del romanticismo, por lo cual puede ser considerado a su vez como un pensador neo-romántico. En su periodo de estudiante se interesó por las ideas del filósofo escéptico Schulze y en la Universidad de Berlín asistió a las clases de Fichte y Schleiermacher.
     Entre las obras del filósofo alemán podemos citar el libro fundamental para entender su pensamiento, “El mundo como voluntad y representación” (1818), compuesto de cuatro partes, a las que en años posteriores el autor agregará unos escritos complementarios (1844). También pueden citarse otras obras como: “De la cuádruple raíz del principio de razón” (1813), “De la visión y los colores” (1816), “Sobre la voluntad en la naturaleza” (1836), “Los dos problemas fundamentales de la ética. Sobre la libertad de la voluntad y Sobre el fundamento de la moral” (1841) y su colección de aforismos ensayos  denominado “Parerga y Paralipomena” (1851), en donde se pueden encontrar interesantes escritos que luego se han divulgado por separado como “El arte del buen vivir”, “El amor, las mujeres y la muerte” o “Sobre la filosofía de la universidad”.
     La vida del joven Schopenhauer estaba preparada para que él se dedique al comercio (su adinerado padre hizo todo lo posible para alejarlo de aquella “inútil” ocupación llamada filosofía) pero luego del inesperado fallecimiento de su progenitor, encontró el camino libre para entregarse al pensamiento y a la escritura.
     Es notable, dentro de  esta perspectiva simbólica con la que abordamos la historia de la filosofía occidental,  que Arthur Schopenhauer se haya despachado contra Hegel (quien constituye la madurez suprema del pensamiento moderno al plantear la identidad plena de razón y realidad) de una forma explícita, revelando con ello una vertiente paralela al racionalismo del pensamiento occidental.
   Schopenhauer puede ser considerado como un pensador que se adelantó a los llamados por Ricoeur “filósofos de la sospecha”[1],  a partir de sus planteamientos sobre el fondo no racional (la voluntad) de todo lo que conocemos y hacemos[2].


1. Generalidades
La filosofía
    Schopenhauer identifica al filósofo con el genio. Por eso, desde su perspectiva los profesores de filosofía (a los que criticó en su obra “Sobre la filosofía de la universidad”) no son filósofos sino “mercaderes” del conocimiento.
    En relación con esta cuestión sostiene:
“el simple diletantismo en el arte está muy alejado de la facultad creadora; por otra parte, las ciencias dejan en pie las relaciones de los fenómenos entre sí, no pueden absorber al hombre íntegro, colmar todo su ser, ni, por consiguiente, entrelazarse tan estrechamente en el tejido de su existencia que se haga incapaz de tomar interés por todo lo demás. Esto está exclusivamente reservado a la suprema eminencia intelectual, a la que se llama comúnmente genio; sólo ella toma por norma, íntegra y absolutamente, esencia y la existencia de las cosas; después de lo cual tiende, según su dirección individual, a expresar sus profundas concepciones por medio del arte, la poesía o la filosofía”[3].

2. El mundo como voluntad y representación
2.1. La voluntad
   Schopenhauer equipara la cosa en sí kantiana con la voluntad, pero, ¿acaso la cosa en si no era un terreno imposible para el conocimiento según Kant? Schopenhauer sostiene que ella si puede ser conocida, pero ya no al modo del realismo (el mundo está fuera de la mente) o el idealismo (el mundo está en la mente), sino mediante lo que llama un conocimiento “sui generis”, el proporcionado por los movimientos del cuerpo. Kant decía que para conocer la esencia del mundo era necesario poseer una intuición intelectual, algo inexistente en el hombre. Pero Schopenhauer sostiene que en contrapartida el hombre posee una intuición, de tipo volitiva, que se enraíza en el cuerpo y que permite conocer la esencia del mundo. 
     El sufrimiento se fundamenta en la voluntad del individuo, que busca una satisfacción plena de sus deseos manteniendo su forma de sujeto sometido a la voluntad. Es como si quisiera meter el océano en un vaso de agua. Esto es lo que hace que vida sea absurda[4].
2.2. La representación
     La voluntad se hace objeto en la representación. La representación puede ser de dos tipos: la representación sometida al principio de razón y la representación independiente del principio de razón (que constituye al conocimiento estético).
La Sociedad
   Para Schopenhauer la salvación humana no se encuentra en la sociedad (como lo plantean las filosofías e ideologías del liberalismo y el socialismo en general),  pues asume a su manera la enseñanza budista de que la vida es dolor, y la cristiana de que el hombre es malo por naturaleza[5]. En tales condiciones la única salida posible para este filósofo alemán es la “negación de la voluntad de vivir”, es decir, la negación de la esencia mismo del mundo. Este logro, plantea Schopenhauer, esta ejemplificado en la vida de los grandes santos, sanyasis, anacoretas, faquires o monjes, de todos los tiempos y de todas las tradiciones religiosas.
   En lo que hace a las cuestiones relativas a la sociedad, es evidente que Schopenhauer no puede esperar con optimismo ninguna de las promesas de las ideologías clásicas (liberalismo o socialismo) ya que sostiene que la vida en sí misma es dolor, de ahí que plantee que vale más abandonar la sociedad antes que tratar de transformarla.
     De todas maneras, las posibilidades de la gran mayoría de los seres humanos están alejadas de poder negar plenamente la voluntad, por el cual, para que no se haga insostenible una guerra de todos contra todos, el Estado debe obrar un sentido negativo, asegurando el orden y la seguridad en un espacio en donde naturalmente no existe sino caos y luchas constantes.
     Lo originario en relación con la sociedad es la “injusticia”, que se explica por la lucha de todas las manifestaciones de la voluntad entre sí, ya sea en el reino mineral, vegetal o animal, pero en forma más dramática entre los hombres.
3. El Arte del buen vivir
   Schopenhauer, en especial en “El arte del buen vivir”, sostiene como ideal existencia a la vida teorética, el trabajo no le da al hombre ningún tipo de dignidad, antes bien, es lo que le impide, al posibilitado para ello, el desarrollo pleno de su riqueza interior.
   No es de extrañar entonces, que el pensador marxista George Luckacs haya considerado a Schopenhauer como una de las principales figuras del conservadurismo del siglo XIX (aunque de un modo indirecto, al alentar el retiro del mundo).
   Y esta postura se reforzó por los desengaños que sufrió Schopenhauer en su carrera como profesor académico, siempre ensombrecido por la acaparadora figura de Hegel, el filósofo del Estado prusiano. En fin, luego de un tiempo el filosofó también se retiró de la universidad, para alabar las gracias del aislamiento y las miserias de la sociedad.
     En “Parerga y paralipómena”, términos griegos que significan opúsculos y suplementos, y específicamente en “El arte del buen vivir”, se concentra antes que nada en el mundo cotidiano, alejándose de alguna manera de sus planteamientos más metafísicos. Quizá este cambio de orientación haya sido uno de los factores que contribuyeron a la popularidad que alcanzó ya en los últimos años de su vida. Podríamos incluso animarnos a decir que el Schopenhauer de “El mundo como voluntad y representación” es una especie de estructuralista que deja poco espacio para las posibilidades del individuo[6], en cambio, el Schopenhauer de el “Arte del buen vivir” es semejante a un postmoderno que se anima a dar una receta de vida entre muchas posibles.
     Para Schopenhauer el término eudemonología (tratado sobre la existencia feliz) es simplemente un eufemismo, pues para él significa simplemente vivir tolerablemente. La excitación de la voluntad particularizada significa sufrimiento, y frente a ello el cultivo del espíritu disminuye tal excitación de la voluntad.
     En esta obra un tema recurrente es el del aislamiento, que se hace necesario para aprovechar al máximo el ocio disponible, en función del cultivo de los goces intelectuales, que no dan precisamente la felicidad, pero si propician el logro de una existencia tolerable.
    Aquí también Schopenhauer sostiene una suerte de planteamiento elitista, al establecer diferenciaciones entre el “hombre superior”[7] y el hombre vulgar[8]. Vemos aquí de alguna manera el traspaso de la idea del genio[9] (muy cultivada por los románticos y tratada también en El mundo como voluntad y representación) hacia ámbitos asociados con la cotidianeidad.


(Extracto de “Robert León Helman. Una mirada hacia el infinito. Ensayo sobre el pensamiento moderno”)

[1] Cfr. Paul Ricoeur. Hermenéutica y Psicoanálisis. Aurora, Bs., As., 1975, p 5.
[2] Cfr. Dolores Castrillo Mirat. Introducción al arte del buen vivir de Schopenhauer. Edaf, Madrid, 1998, p 16.
[3] Arthur Schopenhauer. El arte del buen vivir. 1998, p. 74.
[4] Podemos encontrar resonancias de este de planteamientos en las ideas de Jean Paul Sartre sobre el ser en sí y el ser para sí.
[5] Sostenemos esto en relación con la idea del pecado original.
[6] Cfr. Ibíd., p. 29; Teófilo Urdanoz. Historia de la filosofía, T. 4, ed. cit., p. 459.
[7] Al que también llama “hombre inteligente”, “hombre dotado de facultades intelectuales preponderantes”.
[8] También utiliza términos como “el hombre normal”, “los demás”.
[9] Cfr. Arthur Schopenhauer. El arte del buen vivir. 1998, p. 74; Reale-Antíseri. Historia de la filosofía. 2010, p. 28.

miércoles, 10 de junio de 2020

INTRODUCCIÓN A “EN TORNO A LA RIQUEZA. REFLEXIONES SOBRE EL DINERO Y LA OBSERVACIÓN”


    En el mundo moderno (o si se quiere postindustrial, informacional, ultramoderno o postmoderno), manejar el dinero no tiene que ver sólo con un medio para poder solventar las necesidades fundamentales o para gozar de la vanidad y el poder, también se relaciona con la necesidad de encontrar en nuestra cotidianeidad[1] caminos que hagan de la vida una experiencia más tolerable[2]. De todas maneras, tener riqueza material sin riqueza interior no ayuda en nada para dejar de sentirnos miserables a medida que la edad nos va despojando de todos los bienes exteriores: placeres físicos, figuración social, capacidad para llevar adelante emprendimientos, etc. El poder personal y social no podrá nunca substituir a un poder cósmico, de la totalidad, del ser. Aunque la modernidad ha hecho el intento.
     Si la búsqueda de riquezas nos produce desasosiego es señal de que poseemos un pensamiento centrado en el yo, un pensamiento que causa fricción y miedo y que no nos permite abrirnos a la pregunta por el ser. En cambio, si el centro de gravedad de nuestra existencia gira en torno a nuestra riqueza interior, toda ocupación se hace un juego, en donde perder o ganar no es lo más importante.
     Protestará aquí alguno: ¿y qué hay de la responsabilidad? No puedes hacerte realmente responsable de nada si ni siquiera sabes quién eres. Más bien, la responsabilidad tiene que ver con la necesidad de cumplir con pautas que sostienen a una tolerable interacción social, mientras que el juego va más allá de una ética de mínimos de convivencia o de justicia, es la búsqueda de un buen vivir, conectada con una ética de máximos.

   Una vida tolerable, en medio de un mundo complejo, exige el desarrollo en todas las dimensiones del individuo, como un ser consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Y así, aunque en este ensayo en gran medida nos ocupamos de la vida económica del individuo, no dejaremos de tener en cuenta (por lo menos implícitamente) las relaciones de las ideas aquí propuestas con los marcos sociales y naturales.
    
     En tiempos del Renacimiento, junto al desarrollo de las matemáticas, se inventaron los libros de la contabilidad moderna, con lo cual se llevó adelante la racionalización de las actividades económicas, dejándose así de lado, paulatinamente lo meramente empírico de este campo social.
     También en ese tiempo la burguesía y su visión calculista del mundo empezaba a ganar terreno, hasta que en el siglo XIX ella se consolidará con la revolución industrial. En nuestros días el auge de las tecnologías de la información y la comunicación han venido de la mano con la recreación constante del sistema económico capitalista.

   Schopenhauer dividía los bienes humanos en tres[3]: lo que uno es, lo que uno representa y lo que uno tiene, y en tal sentido, estableciendo una jerarquía entre estos bienes, podemos sostener que “lo que uno tiene” adquiere importancia sólo en la medida en que nos permite cultivar la riqueza espiritual[4], es decir, “lo que uno es”.
   Toda necesidad insatisfecha va a acompañada de distintos grados de sufrimiento, los que su vez pueden terminar con la satisfacción, que va acompañada de placer. Pero una necesidad satisfecha siempre es el trampolín para la aparición de otras, que reclaman atención a través del mismo sufrimiento.

   En un contexto meramente político, creemos que el conservadurismo constituye la forma ideológica que directamente ofrece mejores condiciones para los negocios, e indirectamente mejores situaciones para el cultivo del espíritu, sencillamente por anteponer el orden, la mesura y el consenso, frente al planteamiento conflictivo y revolucionario de ideologías radicales (sean de líneas socialistas o liberales).
   Consideremos que estamos en un mundo socio-cultural creado por la burguesía, por lo cual, para manejarnos en él con eficiencia debemos atender las pautas de comportamiento del burgués, y ni que decir en el hipotético caso de que alguno pretenda transformar el modo de vida actual (El más grande pensador socialista, Carlos Marx, se convirtió en uno de los grandes intérpretes del mundo burgués-capitalista). Incluso tomando en cuenta lo anterior, es necesario reparar en que el mismo capitalismo sufre distintos grados de transformación a lo largo de la historia, estando en la actualidad, como lo plantean algunos estudiosos, en una etapa fluida y disuelta, por no decir libre y hasta descontrolada. 
   También tengamos en cuenta que en el contexto de costumbres consumistas, la racionalidad propia del burgués (atento a sus libros de contabilidad y  la posibilidad de maximizar sus utilidades monetarias) parece estar en segundo plano frente a la compulsiva necesidad de gastar y consumir “ahora”, para así eludir de alguna manera la tremenda ansiedad que azota al individuo en nuestro tiempo. Vemos así conjugadas a la vez situaciones psicológicas, económicas, sociales y culturales.

   Atrevámonos a definir un negocio como cualquier cosa o acto que signifique ganancia o ventaja. Así, podemos notar que nuestra vida en gran medida se trata de un negocio, en donde intercambiamos fuerza de trabajo o bienes (físicos o culturales) a cambio de beneficios o ventajas (Schopenhauer sostenía que la vida cotidiana era un “mal negocio”, por lo cual más valía aislarse del mundo social).
   De todas maneras, en términos netamente económicos, digamos que negocio es “hacer inversiones”. Para lograr esto, como para la gran mayoría de los desafíos humanos, hacen falta desarrollar la inteligencia y la experiencia en los negocios.
   Las inversiones propician el crecimiento del capital, fortaleciendo nuestros activos y aplacando nuestros pasivos. Básicamente, podemos sostener que activo es todo lo que mete dinero en nuestros bolsillos, en tanto que pasivo es lo que lo quita.
   Considerando estas definiciones podemos comprender que los activos puros son las inversiones exitosas, en tanto que bienes como equipos electrónicos, automóviles o inmuebles se constituyen en una conjunción de activos y pasivos en donde generalmente prima lo segundo.
   Ahora, volvemos a insistir en esto, de la triada económica de gastar-ahorrar-invertir, es el tercer factor, en cualquiera de sus formas, el que nos permite aumentar nuestros activos.

    Pero pensar que con el crecimiento de tus activos te vas haciendo más y más rico puede llegar a ser una ilusión, porque creces sólo hacia afuera, mientras que en tu interior reina la miseria espiritual, moral e intelectual. Necesitarás entonces parar la marcha y observar a tu alrededor y dentro tuyo, verás ahí que en el camino de enriquecimiento interior no existen pasivos ni activos, todo es un camino de constante des-aprendizaje, en donde sentirás y comprenderás la paradoja de que cuando tienes menos, entonces tienes más.
     Este ensayo pretende ser una invitación para reflexionar sobre la riqueza, partiendo desde  algunas ideas provenientes de lo empírico y de lo técnico, hasta alcanzar un enfoque más filosófico y espiritual sobre ella.  Ninguna de las perspectivas es más correcta que  otra, son simplemente indicadores para alimentar a la vez al pensamiento y a la observación.
      A partir de lo anteriormente escrito podemos plantearnos algunas preguntas: ¿Qué significa ser rico? ¿Qué factores actúan en un negocio? ¿Qué conceptos económicos básicos pueden ayudarnos a pensar sobre la riqueza? Una respuesta filosófica sobre la primera pregunta puede terminar haciendo de las respuestas a las demás meras estrategias lúdicas.




[1] Cfr. Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual, 2020, p. 24-25. Hemos optado por un modo de utilizar las citas que consiste en aludir al nombre del autor, el nombre de la obra, el año de publicación y las páginas consideradas. En nuestros trabajos, desde la segunda cita utilizaremos simplemente las siglas R.L.H.
[2] Estos caminos son las tres formas principales del cultivo del espíritu: el arte, la espiritualidad y la intelectualidad.
[3] Arthur Schopenhauer. El arte del buen vivir, 1998, p. 41.
[4] Cfr. R.L.H, La auto-ética, 2018, p. 67-71.




Índice
Introducción………………………………………………..……......7
1. Nociones básicas sobre economía……………………………..13
1.1. Etapas del proceso económico……………………………....13
1.2. Factores de producción………………………………………16
1.3. El desarrollo…………………………………………………...19
2. Factores que actúan en un negocio……………………………21
2.1. Fuerza………………………………………………………….21
2.2. Prudencia……………………………………………………....23
2.3. Fortuna…………………………………………………………28
3. Un par de caminos para ser rico……………………………....30
Conclusión………………………………………………………….33
Glosario……………………………………………………………..34
Bibliografía…………………………………………………………35

Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1japysjPp3DzfQFIQdnRfj40yRguE5y4Z/view?usp=sharing

jueves, 4 de junio de 2020

COMENTARIOS A “PATIO VIEJO”


PATIO VIEJO
Patio viejo, triste el paisaje en tu mirar…
Patio viejo, sombra y pozo en tu jardín…
Patio viejo, déjame un espacio para morir…
Patio viejo, se ensaya el viento en un gemir…
Patio viejo, que misterio vive junto a ti…
Patio viejo, déjame un espacio para morir…
(2003)

Comentarios:
     Tantas veces me senté a contemplar el paisaje agrario  en aquellos tiempos en que el pensamiento era tan natural como una imagen, un poema o una canción (2000-2003). Ahora, con más años encima el pensamiento puede estar mucho mejor estructurado, pero se pierde la espontaneidad y la soltura que sólo la etapa juvenil nos puede prestar. Por ello, las bases de las estructuras de nuestras ideas, que son intuiciones, generalmente brotan en la niñez y en gran parte de la juventud.
     Los espacios agrarios son silenciosos, tanto así que pueden evocar una tristeza profunda, luego de que uno se ha sometido tanto tiempo al jolgorio banal de los espacios urbanos…
     Un viento que zumba entre los árboles, dejando caer las flores del lapacho, flores que danzan bellamente en el aire antes de llegar al suelo para marchitarse…
     El pozo, ganado por unos tejidos de helechos, aun donaba el agua fresca del tereré, que corría entre guitarras y libros, como si aquel líquido fluyera con las ideas y los cantos, con los sentimientos y las letras…
    Y la muerte…una que nos hacía vivir plenamente, como si aquel fuera el último día, como si aquella fuera la última canción o el último suspiro…Como ”ser para la muerte” calificó Heidegger al hombre, y no precisamente para parecer macabro con sus ideas, sino para revelarnos un camino que nos libra de una cotidianeidad aletargante y fútil.

Interpretación en clave metafísica
     Dice al comenzar la canción: “Patio viejo, triste el paisaje en tu mirar”, es decir, es como si el patio nos mirara, y en esa mirada nos vemos reflejados nosotros mismos, como si miráramos un espejo. Y al estar sumidos en una contemplación estética ese espejo nos muestra a las Ideas o Arquetipos, que hacen del mundo un espectáculo maravilloso. La tristeza a la que se alude es sublime, es una tristeza de goces y una que acaso describa la flaqueza del espíritu, pero como decía Holderling: “Ahí donde crece lo que nos pierde, crece también lo que nos salva”. De esto es posible entender la importancia que un Heidegger le dio a los estados de ánimo extremos (en especial la angustia) y Jaspers a las “situaciones límites”.
   
Enlace al video: