En el mundo moderno (o si se quiere
postindustrial, informacional, ultramoderno o postmoderno), manejar el dinero
no tiene que ver sólo con un medio para poder solventar las necesidades
fundamentales o para gozar de la vanidad y el poder, también se relaciona con
la necesidad de encontrar en nuestra cotidianeidad
caminos que hagan de la vida una experiencia más tolerable.
De todas maneras, tener riqueza material sin riqueza interior no ayuda en nada
para dejar de sentirnos miserables a medida que la edad nos va despojando de
todos los bienes exteriores: placeres físicos, figuración social, capacidad
para llevar adelante emprendimientos, etc. El poder personal y social no podrá
nunca substituir a un poder cósmico, de la totalidad, del ser. Aunque la
modernidad ha hecho el intento.
Si la búsqueda de riquezas nos produce desasosiego es señal de que
poseemos un pensamiento centrado en el yo, un pensamiento que causa fricción y
miedo y que no nos permite abrirnos a la pregunta por el ser. En cambio, si el
centro de gravedad de nuestra existencia gira en torno a nuestra riqueza
interior, toda ocupación se hace un juego, en donde perder o ganar no es lo más
importante.
Protestará aquí alguno: ¿y qué hay de la responsabilidad? No puedes
hacerte realmente responsable de nada si ni siquiera sabes quién eres. Más
bien, la responsabilidad tiene que ver con la necesidad de cumplir con pautas
que sostienen a una tolerable interacción social, mientras que el juego va más
allá de una ética de mínimos de convivencia o de justicia, es la búsqueda de un
buen vivir, conectada con una ética de máximos.
Una vida tolerable, en medio de un mundo complejo, exige el desarrollo en todas las dimensiones del
individuo, como un ser consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Y así,
aunque en este ensayo en gran medida nos ocupamos de la vida económica del
individuo, no dejaremos de tener en cuenta (por lo menos implícitamente) las
relaciones de las ideas aquí propuestas con los marcos sociales y naturales.
En tiempos del Renacimiento, junto al desarrollo de las matemáticas, se
inventaron los libros de la contabilidad moderna, con lo cual se llevó adelante
la racionalización de las actividades económicas, dejándose así de lado,
paulatinamente lo meramente empírico de este campo social.
También en ese tiempo la burguesía y su visión calculista del mundo
empezaba a ganar terreno, hasta que en el siglo XIX ella se consolidará con la
revolución industrial. En nuestros días el auge de las tecnologías de la
información y la comunicación han venido de la mano con la recreación constante
del sistema económico capitalista.
Schopenhauer dividía los bienes humanos en tres:
lo que uno es, lo que uno representa y lo que uno tiene, y en tal sentido,
estableciendo una jerarquía entre estos bienes, podemos sostener que “lo que
uno tiene” adquiere importancia sólo en la medida en que nos permite cultivar
la riqueza espiritual,
es decir, “lo que uno es”.
Toda necesidad insatisfecha va a acompañada de distintos grados de
sufrimiento, los que su vez pueden terminar con la satisfacción, que va
acompañada de placer. Pero una necesidad satisfecha siempre es el trampolín
para la aparición de otras, que reclaman atención a través del mismo
sufrimiento.
En un contexto meramente político, creemos que el conservadurismo
constituye la forma ideológica que directamente ofrece mejores condiciones para
los negocios, e indirectamente mejores situaciones para el cultivo del
espíritu, sencillamente por anteponer el orden, la mesura y el consenso, frente
al planteamiento conflictivo y revolucionario de ideologías radicales (sean de
líneas socialistas o liberales).
Consideremos que estamos en un mundo socio-cultural creado por la
burguesía, por lo cual, para manejarnos en él con eficiencia debemos atender
las pautas de comportamiento del burgués, y ni que decir en el hipotético caso
de que alguno pretenda transformar el modo de vida actual (El más grande
pensador socialista, Carlos Marx, se convirtió en uno de los grandes
intérpretes del mundo burgués-capitalista). Incluso tomando en cuenta lo
anterior, es necesario reparar en que el mismo capitalismo sufre distintos
grados de transformación a lo largo de la historia, estando en la actualidad,
como lo plantean algunos estudiosos, en una etapa fluida y disuelta, por no
decir libre y hasta descontrolada.
También tengamos en cuenta que en el contexto de costumbres consumistas,
la racionalidad propia del burgués (atento a sus libros de contabilidad y la posibilidad de maximizar sus utilidades
monetarias) parece estar en segundo plano frente a la compulsiva necesidad de
gastar y consumir “ahora”, para así eludir de alguna manera la tremenda
ansiedad que azota al individuo en nuestro tiempo. Vemos así conjugadas a la
vez situaciones psicológicas, económicas, sociales y culturales.
Atrevámonos a definir un negocio
como cualquier cosa o acto que signifique ganancia o ventaja. Así, podemos
notar que nuestra vida en gran medida se trata de un negocio, en donde
intercambiamos fuerza de trabajo o bienes (físicos o culturales) a cambio de
beneficios o ventajas (Schopenhauer sostenía que la vida cotidiana era un “mal
negocio”, por lo cual más valía aislarse del mundo social).
De todas maneras, en términos netamente económicos, digamos que negocio
es “hacer inversiones”. Para lograr esto, como para la gran mayoría de los desafíos
humanos, hacen falta desarrollar la inteligencia y la experiencia en los
negocios.
Las inversiones propician el crecimiento del capital, fortaleciendo
nuestros activos y aplacando nuestros pasivos. Básicamente, podemos sostener
que activo es todo lo que mete dinero en nuestros bolsillos, en tanto que
pasivo es lo que lo quita.
Considerando estas definiciones podemos comprender que los activos puros
son las inversiones exitosas, en
tanto que bienes como equipos electrónicos, automóviles o inmuebles se
constituyen en una conjunción de activos y pasivos en donde generalmente prima
lo segundo.
Ahora, volvemos a insistir en esto, de la triada económica de
gastar-ahorrar-invertir, es el tercer factor, en cualquiera de sus formas, el
que nos permite aumentar nuestros activos.
Pero pensar que con el crecimiento de tus activos te vas haciendo más y
más rico puede llegar a ser una ilusión, porque creces sólo hacia afuera,
mientras que en tu interior reina la miseria espiritual, moral e intelectual.
Necesitarás entonces parar la marcha y observar a tu alrededor y dentro tuyo,
verás ahí que en el camino de enriquecimiento interior no existen pasivos ni
activos, todo es un camino de constante des-aprendizaje, en donde sentirás y
comprenderás la paradoja de que cuando tienes menos, entonces tienes más.
Este ensayo pretende ser una invitación para reflexionar sobre la
riqueza, partiendo desde algunas ideas
provenientes de lo empírico y de lo técnico, hasta alcanzar un enfoque más filosófico
y espiritual sobre ella. Ninguna de las
perspectivas es más correcta que otra,
son simplemente indicadores para alimentar a la vez al pensamiento y a la
observación.
A partir de lo anteriormente escrito podemos plantearnos algunas preguntas:
¿Qué significa ser rico? ¿Qué factores actúan en un negocio? ¿Qué conceptos
económicos básicos pueden ayudarnos a pensar sobre la riqueza? Una respuesta
filosófica sobre la primera pregunta puede terminar haciendo de las respuestas
a las demás meras estrategias lúdicas.
Índice
Introducción………………………………………………..……......7
1.
Nociones básicas sobre economía……………………………..13
1.1.
Etapas del proceso económico……………………………....13
1.2.
Factores de producción………………………………………16
1.3.
El desarrollo…………………………………………………...19
2.
Factores que actúan en un negocio……………………………21
2.1.
Fuerza………………………………………………………….21
2.2.
Prudencia……………………………………………………....23
2.3.
Fortuna…………………………………………………………28
3.
Un par de caminos para ser rico……………………………....30
Conclusión………………………………………………………….33
Glosario……………………………………………………………..34
Bibliografía…………………………………………………………35
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/1japysjPp3DzfQFIQdnRfj40yRguE5y4Z/view?usp=sharing