miércoles, 12 de febrero de 2020

INTRODUCCIÓN A “LA AUTO-ÉTICA. REFLEXIONES SOBRE LA VIDA HUMANA INDIVIDUAL”

     Ya en la antigua Grecia, en particular desde Sócrates y los sofistas, se plantearon cuestiones que hasta hoy siguen inquietando a aquellos que se atreven a reflexionar sobre sus vidas: la felicidad, el buen vivir, la prudencia, las normas de conducta, etc. La ética (o la moral), tema propio del presente ensayo, era entendida por los antiguos griegos como la constante búsqueda de la felicidad o del buen vivir.  
   Por nuestra parte en este ensayo, no nos preocuparemos por buscar una felicidad llena de exigencias y condiciones (como acaso lo planteó alguna vez Aristóteles),  nos bastará con sostener que una vida tolerable es posible, desde la base del cultivo del espíritu[1]. Pero esta vida tolerable puede ser el punto de partida para ir más allá del miedo, de la ansiedad, del tiempo interno, del sujeto fuerte, para acceder a una conciencia pura, fuente de paz y de gozo, espacio espiritual de las Ideas, de la libertad y de la verdad, ámbito de un sujeto debilitado.

     La modernidad ha venido de la mano con la degradación de la cultura individual (en términos de Simmel) que se ha reflejado en un individualismo y un egoísmo rastreros, que amenazan con profundizar aún más la crisis en la que ya toda la humanidad se encuentra insertada. Esto, que catalogamos como desintegración espiritual del individuo, está asociado íntimamente con otros grandes desafíos que nos depara tanto el presente como el futuro: las guerras, la pobreza y la degradación ambiental.
     Y estos desafíos no podrán ser abordados sino a través de las reformas, que en el caso del desafío de la desintegración espiritual del individuo es la que corresponde a la educación, una que debe apuntalar unos valores mediante los cuales los individuos puedan alcanzar una mayor consistencia de su personalidad y de sus planes de vida. Así el desarrollo de una auto-ética será también un paso importante para existan ciudadanos que se comprometan con el intento de abordar los desafíos de nuestra sociedad y nuestro planeta.

     De todas maneras, queremos insistir en que una auto-ética siempre será una apuesta privada, que por supuesto puede ser objeto de una invitación a seguirla o por lo menos considerarla, pero no imponerla como senda incuestionable para alcanzar el buen vivir. Es decir, estamos hablando de una ética de máximos de bien y felicidad,  que siempre deberá estar articulado con una ética de mínimos de justicia, que aseguren por lo menos una existencia tolerable.
     Y a esto precisamente nos referimos cuando hablamos de establecer también una reforma de la ética, que nos permita apuntalar estos mínimos éticos que nos permitan alcanzar una convivencia tolerable junto a los máximos éticos de buen vivir; y todo esto sin necesidad a fundamentos metafísicos incuestionables, no, pues para esto nos basta con proponer con honestidad el diálogo, desde cualquiera de las posiciones metafísicas que tengamos (sean fundacionalistas o nihilistas).

   El hombre es un ser complejo (múltiple en su unidad) y se despliega existencialmente en tres dimensiones: como ser en el mundo, como ser consigo mismo y como ser con los demás. En cuantos seres con nosotros mismos, tenemos dos facultades fundamentales, conocer y actuar (la facultad de sentir puede ser ubicada a su vez entre estas dos primeras). En tal contexto, la auto-ética constituye un conjunto de conocimientos y prácticas, centrado en la dimensión humana de ser con uno mismo, pero que se extiende recursivamente hacia la sociedad y el medio ambiente. 
    Podemos plantear que nuestra auto-ética posee un objetivo fundamental: la construcción[2] de la subjetividad[3] desde la experiencia de lo trascendente[4].  Y esto lo consideramos importante porque uno de los principales desafíos de la humanidad, tanto en el presente como también en el futuro es, como ya dijimos más arriba, contrapesar la desintegración espiritual del individuo[5].

   La palabra trascendente proviene del prefijo “trans”, que significa “a través”, o “de un lado hacia otro”, y el término latino “scandere”, trepar, escalar, más el sufijo “nte”, que alude a una acción. Entonces etimológicamente lo trascendente es “el paso de un lado hacia otro”. Uno de estos lados no es más que la cotidianeidad, con todas sus miserias e insatisfacciones, mientras que el otro lado se relaciona con la experiencia estética, que modifica radicalmente al mundo, haciendo de la vida a la vez un juego, sueño y experimento.
   En cuanto seres en relación con nosotros mismos, estamos inmersos en un mundo en el que se han desvanecido los fundamentos que el pensamiento tradicional había establecido; un abismo anida en la trágica travesía humana hacia ninguna  parte. Esta situación se refleja a su vez en la condición del sujeto, que ahora se muestra “débil”, o “crepuscular”, como lo explicó Gianni Vattimo[6]. Y este contexto en el que se desarrolla el pensamiento actual constituye para nosotros un renovado espacio para lo trascendente. Sin embargo, sigue siendo necesario que el hombre por lo menos plantee una dirección consciente a su vida (a la manera de una estrategia, no de un programa[7]), de modo a no dejarse llevar por la corriente de la masificación social, o para no caer en la ilusión de que se está viviendo una realidad fundada y absoluta, y a su vez, para establecer las condiciones para que advenga lo trascendente.
   Entonces, la apuesta que hacemos no implica una renuncia a la racionalidad a la hora de buscar un camino que nos permita alcanzar una vida tolerable, antes lo que proponemos es valernos de una racionalidad debilitada, que no busque imponer principios absolutos e incuestionables, sino que constantemente se abra al diálogo, a la tolerancia y a propiciar una convivencia pacífica.

   Plantearemos el desarrollo del ensayo desde lo más teórico a lo más práctico, y así comenzaremos con el auto-estudio, pasaremos por el auto-trabajo y concluiremos con la auto-observación.   


[1] El cultivo del espíritu posee tres formas: el arte, la espiritualidad y la intelectualidad, abordados en la parte 2.5.
[2] O la formación si se prefiere.
[3] O “el carácter moral”, en términos de Aranguren; o también “la personalidad”.
[4] Ideas y sentimientos enraizados fuera de lo cotidiano.
[5] R.L.H. Del pasado al futuro. Ensayo sobre el devenir del hombre. Interiora terrae, Asunción, 2017, p. 33-34.
[6] Gianni Vattimo. Las aventuras de la diferencia. Península, Barcelona, 1990, p 55-57. También, del mismo autor. El sujeto y la máscara. Península, Barcelona, 1989, p. 191-221.
[7] Cfr. Edgar Morin. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa, Barcelona, 2007, p. 113 y 116.

Índice:
0. Introducción………………………………………………………7
1. Primera Parte: El auto-estudio………………………………...11
1.1. El placer y el dolor……………………………………............13
1.2. Ser en situación……………………………………………..…23
1.2.1. La cotidianeidad…………………………………………….24
1.2.2. Situaciones límites…………………………………………..26
1.3. Accesos al estado de angustia…………………………….…31
1.4. La actividad psíquica………………………………………....35
1.5. Las edades de la vida…………………………………............40
1.6. El sentido de la vida…………………………………………..46
2. Segunda Parte: El auto-trabajo………………………………...50
2.1. Plan de vida………………………………………………...…53
2.2. Examen de conciencia………………………………………...57
2.3. El ocio…………………………………………………………..60
2.4. Aislamiento y serenidad……………………………………..65
2.5. El cultivo del espíritu………………………………………....68
2.6. Lo trascendente……………………………………………….74
2.7. Normas de vida……………………………………………….77
3. Tercera Parte: La auto-observación…………………………...88
3.1. La auto-observación y el cuerpo…………………………….92
3.2. La auto-observación y la mente…………………………..…93
3.3. La auto-observación y los demás……………………………95
Conclusiones…………………………………………………….…96
Vocabulario………………………………………………………...98
Bibliografía……………..………………………………...……….101

Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/1CEZMY5qD39xsVUSn9YP2i2IxQ4lbWBzt/view?fbclid=IwAR1E26jJih81q13a8cGNSQXiHyvxGCrvvuNbs2ZC4h8Ywytj7FdQ9n5oM_M

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