Luego de las tres citas, tomadas como rituales iniciales para espantar a
los malos espíritus, comenzamos con la presentación de la obra.
Por el hecho de que el periodo de tiempo que abarca esta autobiografía
alcanza aproximadamente un tercio de lo que vive en promedio una persona en
nuestro tiempo (es decir, tenemos sólo la infancia, la adolescencia y la
juventud), la metodología de la división en cuatro edades de la vida, que
utilizamos generalmente en nuestros escritos tomará algunas peculiaridades.
Seguiremos con la división en cuatro, pero en vez de edades utilizaremos las
cuatro estaciones anuales: primavera, verano, otoño e invierno.
En verdad, no sé precisamente quién soy, me he
buscado toda mi vida y sólo he encontrado imágenes, que se han ubicado
curiosamente entre todo lo que he escrito (esto me hace acordar de las
enseñanzas de Hume). Pero también he buscado a la filosofía en mí, porque he
hecho de ella una cuestión personal y quizá por ello la he hallado en la forma de numerosas preguntas,
que aunque sin respuestas, alimentan el gozo y el asombro de seguir buscando.
Las tres fundamentales preguntas de la
antropología filosófica son: ¿Quién soy yo? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Las
cuales abordamos a lo largo del presente trabajo, valiéndonos para ello de un
marco teórico que hemos expuesto en nuestro trabajo “La Auto-ética. Reflexiones
sobre la vida humana individual”.
La distancia al presente que he
considerado en este escrito es de cinco años, pues a través de este espacio de
tiempo la vida se ve ya desmaterializada, o como diría Schopenhauer
desvoluntarizada, y por lo tanto se muestra apta para la contemplación
estética, o simplemente para una observación mesurada y tranquila, que deje de
lado tantos vanos apegos. Al respecto nos dice el mismo Schopenhauer:
Aquella
felicidad de la intuición voluntaria es, finalmente, la que difunde ese encanto
tan asombroso sobre el pasado y la distancia, y nos lo presenta a una luz
embellecedora por medio de un auto-engaño. Pues al hacernos presente los días
pasados hace tiempo vividos en un lejano lugar, lo que nuestra fantasía evoca
son solamente los objetos, y no el sujeto de la voluntad, que antaño cargaba
con innumerables sufrimientos igual que ahora: pero ahora están olvidados,
porque desde entonces han dejado su lugar a otros[1].
La vida es como un suspiro, de modo que todos los recuerdos dan la
impresión de que son sólo de ayer, pero plasmados como en los horizontes de un
cuadro, o como una sublime sinfonía que queda sonando en nuestra memoria cuando
ya hemos dejado de escucharla.
Todo lo que hemos vivido forma parte de todo lo que de alguna manera ya
hemos muerto, quedando las imágenes antes que nada como arquetipos o símbolos,
y no ya como una forma de auto consideración, y quizá por ello, acaso podemos plasmar
la vida pasada en una obra literaria.
Y precisamente, la escritura y la reflexión sobre las imágenes de mi
pasado constituyen formas del cultivo
del espíritu, una de las principales enseñanzas que he tomado de Schopenhauer.
Antes de asimilar las ideas del filósofo alemán, mi vida se reducía a
seguir las metas que la sociedad moderna (en sus distintos tipos) nos impone:
la obtención de dinero y de posicionamiento social. La enseñanza de
Schopenhauer es que existe algo que vale mucho más que estos logros, y al que a
su vez deben subordinarse: el cultivo del espíritu[2].
Y así como en el título de la autobiografía hago alusión a Schopenhauer,
también apunto a mi condición de paraguayo[3], como
alguien que construye su subjetividad en el contexto de una sociedad y una
cultura peculiar[4]
(la paraguaya), que ineludiblemente condiciona las direcciones que tomó, toma y
puede tomar una aventura de vida.
[1] Arthur Schopenhauer.
El mundo como voluntad y representación. Biblioteca nueva, Bs As, p. 253.
[2] Véase:
Arthur Schopenhauer. El arte del buen vivir. Edaf, Madrid, 1998.
[3] La identidad
nacional se define como el sentimiento de pertenencia a un determinado grupo
social, pero a su vez, el sentido de pertenencia forma parte de una de las
necesidades fundamentales propuestas por Abraham Maslow, que aquí podemos
volver a recordar: necesidades fisiológicas, de seguridad, de pertenencia, de
aprecio y de auto-realización.
[4] Cfr. Robert León Helman. La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de
la cultura paraguaya. Interiora terrae, Asunción, 2018.
Índice
0. Introducción……………………………………………………....9
1. Primavera………..………………………………………………12
2. Verano……………………………………………………………23
3. Otoño………………………………………………………….…46
4. Invierno………………………………………………………….68
Epílogo……………………………………………………………...78
Enlace al libro completo:
https://drive.google.com/file/d/1PohndDHVq9XbsGUsNDJV28DNddXphh7a/view?usp=sharing
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