El título de la canción, “angustiante”, designa
a algo o a alguien que tiene la cualidad de la emoción de la angustia, pero
¿Qué es la angustia? Consideremos que el término deriva “del latín “angustus”,
que significa angosto, estrecho, y se refería a los finísimos desfiladeros de
las montañas, desde los cuales se experimentaba vértigo y miedo, ante la
proximidad inquietante de profundos abismos”[1].
La angustia se constituye en la llave de acceso a la experiencia
estética radical, en donde el sujeto se debilita y el objeto se muestra como un
espectáculo maravilloso sobre el suelo de la nada.
“Si entre sombras estás, y no ves el sol”, esta frase nos puede hacer
recordar un estado de crisis interior, en donde pareciera que nada guarda
sentido, ni el mundo natural, ni el trato con los demás, ni nuestra propia
existencia. Los valores que iluminan nuestra vida se esfuman, como el sol que
se oculta detrás de oscuros nubarrones.
Simbólicamente, la luz y la oscuridad siempre han estado relacionadas
(en mitos, leyendas y religiones), con el bien y el mal, o con la divinidad y
lo diabólico. Consideremos la palabra Dios que deriva
Del
latín ”deus”, que a su vez previene del griego “theos”, Dios. A su vez algunos
plantean que “deus” proviene de “Zeus”, que entre la multiplicidad de dioses
griegos era considerado el dios de los dioses. Es notable que “deus”y
“dia”(resplandor) compartan la misma raíz indoeuropea de “dyeu”, de donde
podemos especular sobre el origen de la identificación en varias religiones de
la luz o el sol con la divinidad suprema, o incluso podemos pensar en la
relación que pueda tener esto con la aureola que rodea a la cabeza de los
santos o “iluminados”[2].
“Tú podrás entender que trae el tiempo”. Una crisis vivida con lucidez
no puede desembocar sino en la angustia, que a su vez nos encamina a la nada,
desde la cual el mundo resplandece estéticamente en todas sus formas. El tiempo
mismo que nos toca vivir, el flujo de formas sociales y culturales, se
convierte en un manantial de goces
inefables.
“Y que este mundo está por morir así”. La nada que se revela en la
angustia hace que la totalidad de cuanto percibimos y pensamos permanezca como
infundado e inconsistente, lo que a su vez produce un asombro, que si lo
resguardamos, nos impulsa a pensar…
“Y tal vez renacer en un misterio”. En medio de la experiencia estética
radical el mundo se re-crea sobre la nada, adquiere el marco de una experiencia
maravillosa y en última instancia inefable. Pero esta mágica recreación de la
percepción y de la inteligencia no implica una armonía cerrada en sí misma,
sino una dinámica constante que permite repetir al juego mismo del mundo,
desenvuelto entre el orden, el desorden y la organización.
“Sombras y diversión, hambre, información, nos escupe la herida del
mundo”. En nuestro espacio socio-cultural, vemos como los dos polos de las
desgracias humanas se despliegan, por una parte, la insatisfacción de las
necesidades fundamentales, ese monstruo infernal que atormenta a innumerables
personas en el planeta; y en el otro polo, el patético aburrimiento de aquellos
que están económicamente acomodados, una sensación que al final persigue como
un fantasma a todos, ricos y pobres, los miserables días de los domingos y
feriados.
“Y un réquiem abismal, invita a cantar”. El réquiem era una oración que
la tradición católica dedicaba a los difuntos, y que fue motivo para excelsas y
lúgubres composiciones musicales de maestros como Palestrina o Mozart. Y asi,
un réquiem abismal es como una oración musical que desvela a la nada sobre la
que se ubica todo nuestro mísero egoísmo, y aun, todo aquello que llamamos
mundo, sea natural o socio-cultural. Esta experiencia nos direcciona hacia el
estado de ánimo fundamental, la angustia, que recursivamente nos invita a
recrear el todo (como en una humilde canción) desde una visión estética
radical.
“Angustiante suspiro de un sueño”. La última frase de la canción
desemboca en el título de la misma, un final que nos lleva al inicio, un inicio
que nos lleva al final, y asi, todo el camino recorrido es para recomenzar el
juego… ¿podremos lograrlo en medio de nuestra mezquina cotidianeidad?
Conexión
autobiográfica
Ya desde mi adolescencia comencé a probar el acre sabor de la angustia,
alimentada quizá por circunstancias tan triviales como un cambio de domicilio[3].
Pero ¿Cómo se puede actuar frente a la incomodidad de la angustia? Lo más
sencillo y rápido es huir, hacia cualquier espacio del mundo o de la propia
interioridad, pues huir de la angustia es huir de la muerte, de la nada, y
cualquier espacio, cualquier entretenimiento, cualquier pensamiento, es mejor
que la nada. Tal vez mis viajes a tierras guaireñas eran fugas articuladas por
mis inquietudes internas, tal vez mi apasionado amor por los libros era el
reflejo de una búsqueda de lugares más seguros para habitar. Pero este estado
de ánimo pronto se convirtió en el fantasma de un cadáver insepulto, que me
reclamaba casi en cada paso mi cobarde alejamiento.
Entonces fui dándome cuenta que debía “retornar”[4] a
los orígenes, “sepultar a mis muertos”[5], y
luego sentarme al costado del abismo para aprender las enseñanzas de la
naturaleza, de la sociedad y aun de los oscuros vericuetos de mi mismo.
[1] Robert León Helman. Al
diablo con el mundo. Cosecha de pensamientos 1. Interiora Terrae, Asunción,
2014.
[2] Ibídem, p. 25.
[3] Cfr.
R.L.H. Búsquedas. Autobiografía. Interiora terrae, Asunción, 2014, p. 14-15
[4] Alusión a la obra
R.L.H. Retorno. Ensayo sobre el problema del hombre. Interiroa terrae,
Asunción, 2014.
[5] Alusión a la
canción nro. 29 de la presente colección.
https://www.youtube.com/watch?v=_iFM_d9N6y0&feature=youtu.be
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