miércoles, 10 de abril de 2019

INTRODUCCIÓN A “VOLVED A LA NATURALEZA. REFLEXIONES SOBRE EL HOMBRE Y EL MUNDO”


   En la tapa de nuestro ensayo hemos colocado un recorte de la famosa obra de Rafael Sanzio, “La escuela de Atenas”, en donde se retrata la figura de Heráclito, llamado por sus contemporáneos “el oscuro”, por lo enigmáticas de sus enseñanzas sobre la “physis” o naturaleza.

  Y así, una de nuestras formas de retornar a la naturaleza, será siguiendo el ejemplo de Heráclito, a través del pensamiento, y tratando de considerar la complejidad del mundo y del ser humano. Pero este retorno a la naturaleza tiene que ver de manera particular con la filosofía y una de sus disciplinas fundamentales, la metafísica. Volver a la naturaleza es volver a preguntar por el ser, por el fundamento último de todo lo existente, de todo lo que pensamos y hacemos.

     Hay sin lugar a dudas muchas concepciones de la naturaleza, y utilizaremos cuando sea necesario algunas de ellas, pero cuando estamos hablando de un retorno a la naturaleza, nos referimos también a un sentido eminentemente estético, y en esto no nos cansaremos de insistir.

     Desde nuestros planteamientos lo estético y lo metafísico se asocian íntimamente, porque cuando gracias a la angustia se nos revela la Nada, al mismo tiempo se muestra el ser en su totalidad como Ideas o Arquetipos.



     El ser humano emergió de la naturaleza, su dimensión corporal o biológica se enraíza en los llamados homínidos, que según algunos planteamientos, desde la rama del homo habilis ha pasado por el hombre de Neandertal, el hombre del Cro-Magnon hasta llegar al Homo Sapiens, el hombre de hoy.

 

     A su vez, no olvidemos que el pensador que popularizó el lema “volved a la naturaleza” fue el suizo Jean Jaques Rousseau, quien creía que era posible erradicar los males de la humanidad a partir de la construcción de una sociedad que recreara los principios de la naturaleza (resguardados en la conciencia) para beneficio del pueblo[1]. 

   Frente a estas aspiraciones del filósofo no nos mostramos tan optimistas, pero si creemos que podemos lograr una vida individual y una sociedad que nos sea más tolerable sobre la base del cultivo del pensamiento y de la experiencia estética (y esto también es naturaleza, en el sentido de que se da un desarrollo del conocimiento y la sensibilidad sin las fricciones y el desgaste de energía propia de una actividad forzada).

   Y precisamente, este último sentido del término “naturaleza” se asocia con un espacio de símbolos, como arquetipos o Ideas, a las que accedemos a partir de una experiencia estética.



   La modernidad ha arrasado con todo lo que se le salía al paso, sea mito, religión, arte o filosofía tradicional; ha sometido a todo a lo que Max Weber llamó “desencantamiento del mundo”. Dentro de esa actitud desacralizadora, la naturaleza quedó reducida también a un simple y grosero mecanismo de relojería.

   Por supuesto, no debemos por ello sostener que todo el proyecto moderno fue un error, y que es necesario dejarlo de lado a cambio de una postura postmoderna radical. Al contrario, creemos que el mismo postmodernismo no  se separa de la modernidad, sino antes bien, la agudiza.

   Y precisamente, uno de los principales factores culturales asociados con el postmodernismo (o la ultramodernidad) es el del cambio radical que ha adquirido en la ciencia contemporánea la imagen de la naturaleza.

   En la antigüedad, para los pensadores griegos en general (en especial para los presocráticos), la naturaleza   (physis) estaba viva y constituía tanto la fuente  del conocimiento verdadero como de los actos virtuosos. El pensamiento cristiano asoció la naturaleza con la creación divina, subordinándola de todas maneras al hombre, considerado la creación más excelsa de la divinidad. La modernidad extremará esta posición de dependencia por parte de la naturaleza, tratando de que ella responda a los oscuros deseos del hombre de dominarla (o esclavizarla), o tratando de que ella satisfaga a sus pomposos anhelos progresistas.   

   Con las revoluciones científicas propiciadas tanto por la teoría de la relatividad de Albert Einstein como por la mecánica cuántica (desarrollada entre otros por Plank, Heisenberg, Bohr, Schrodinger y el mismo Einstein) la visión mecanicista del mundo fue destronada (aunque no ha desaparecido del todo), imponiéndose en contrapartida una interpretación compleja de la naturaleza, en donde el sujeto cognoscente vuelve a tener relevancia.

   Y así, pareciera que la naturaleza puede volver a sernos amiga (alentándonos en esto, como vemos, los mismos desarrollos de la ciencia), luego de haberla tratado como a un mísero animal de carga o como una simple oportunidad de obtener ganancias. Y creemos que esta renovada amistad podrá propiciar a su vez que distintas visiones de la naturaleza, no sólo ya  las científicas, sino también, las filosóficas, las míticas, artísticas y religiosas  sean consideradas como válidas y respetables. Es decir, en nuestro tiempo se nos abre espacios multiparadigmáticos, que lejos de crear caos o confusión, alientan el desarrollo de la libertad individual y el respeto a las diferencias culturales.



   A su vez, la naturaleza podrá mostrarse de nuevo como un motivo para la contemplación estética, como ya apuntamos más arriba, con lo que alcanzará un renovado sentido simbólico que podrá alimentar el proceso de crecimiento personal al que hemos llamado auto-ética[2].  En tal sentido, podemos decir que uno de los principales objetivos de este ensayo es tratar de añadir una visión de la naturaleza (y a partir de ella de la misma realidad) al conjunto de trabajos que hemos venido publicando. 

   Pero si espiritualmente la contemplación estética es uno de los caminos para la volver a la naturaleza, pragmáticamente la dirección que proponemos es la vida en el campo, tratando de reconectarnos con sus valores y costumbres[3].  



   Podemos considerar que los niños revelan de manera peculiar ese talante maravillado frente a la naturaleza (lo que asociamos con la experiencia estética), lo que vamos perdiendo paulatinamente debido al ritmo febril de competencias y necesidades propio del mundo actual.

   Con esto no queremos decir precisamente que la manera moderna de vivir este equivocada, no, pues no creemos poseer una verdad que pueda ser impuesta a todos, pero si creemos que podemos invitar a que la naturaleza sea vista de una manera renovada, considerando los estudios que van emergiendo desde las fronteras mismas de las ciencias, así como de la filosofía, que desde la aparición misma de la modernidad ha aportado enfoques alternativos a la visión mecanicista.

   Finalmente, debemos considerar también la degradación ambiental propia de nuestro tiempo, que está poniendo en jaque las posibilidades de supervivencia de la humanidad para el futuro. En relación con esta tétrica circunstancia, podemos decir que ya no sólo el hombre y las demás especies dependen de la naturaleza, sino también, hoy más que nunca, la naturaleza depende del hombre.





[1] Cfr. Salvador Giner. Historia del pensamiento social. Ariel, Barcelona, 1967, p. 299 y ss.
[2] Cfr. Robert León Helman. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual.  Interiora terrae, Asunción, 2016, p. 36.
 En adelante, al referirnos a nuestros trabajos utilizaremos las siglas R.L.H.
[3] Véanse nuestros ensayos: Elogio a la vida del campo. Ensayo sobre los valores y las costumbres agrarias. Interiora terrae, Asunción, 2015.; La Idea del Paraguaya. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya. Interiora terrae, Asunción, 2016.; Del campo a la ciudad. Ensayo sobre los procesos sociales del Paraguay. Interiora terrae, Asunción, 2016.
Enlace al ensayo completo:

https://drive.google.com/file/d/1f_ItLXQvtATARZKcdrDMbcbfCcbbaHyg/view?usp=sharing

lunes, 1 de abril de 2019

ANGUSTIANTE (COMENTARIOS Y CONEXIÓN AUTOBIOGRÁFICA)


    El título de la canción, “angustiante”, designa a algo o a alguien que tiene la cualidad de la emoción de la angustia, pero ¿Qué es la angustia? Consideremos que el término deriva “del latín “angustus”, que significa angosto, estrecho, y se refería a los finísimos desfiladeros de las montañas, desde los cuales se experimentaba vértigo y miedo, ante la proximidad inquietante de profundos abismos”[1].  

   La angustia se constituye en la llave de acceso a la experiencia estética radical, en donde el sujeto se debilita y el objeto se muestra como un espectáculo maravilloso sobre el suelo de la nada.



   “Si entre sombras estás, y no ves el sol”, esta frase nos puede hacer recordar un estado de crisis interior, en donde pareciera que nada guarda sentido, ni el mundo natural, ni el trato con los demás, ni nuestra propia existencia. Los valores que iluminan nuestra vida se esfuman, como el sol que se oculta detrás de oscuros nubarrones.

   Simbólicamente, la luz y la oscuridad siempre han estado relacionadas (en mitos, leyendas y religiones), con el bien y el mal, o con la divinidad y lo diabólico. Consideremos la palabra Dios que deriva 

Del latín ”deus”, que a su vez previene del griego “theos”, Dios. A su vez algunos plantean que “deus” proviene de “Zeus”, que entre la multiplicidad de dioses griegos era considerado el dios de los dioses. Es notable que “deus”y “dia”(resplandor) compartan la misma raíz indoeuropea de “dyeu”, de donde podemos especular sobre el origen de la identificación en varias religiones de la luz o el sol con la divinidad suprema, o incluso podemos pensar en la relación que pueda tener esto con la aureola que rodea a la cabeza de los santos o “iluminados”[2]. 

   “Tú podrás entender que trae el tiempo”. Una crisis vivida con lucidez no puede desembocar sino en la angustia, que a su vez nos encamina a la nada, desde la cual el mundo resplandece estéticamente en todas sus formas. El tiempo mismo que nos toca vivir, el flujo de formas sociales y culturales, se convierte en un manantial de goces  inefables.

   “Y que este mundo está por morir así”. La nada que se revela en la angustia hace que la totalidad de cuanto percibimos y pensamos permanezca como infundado e inconsistente, lo que a su vez produce un asombro, que si lo resguardamos, nos impulsa a pensar…

   “Y tal vez renacer en un misterio”. En medio de la experiencia estética radical el mundo se re-crea sobre la nada, adquiere el marco de una experiencia maravillosa y en última instancia inefable. Pero esta mágica recreación de la percepción y de la inteligencia no implica una armonía cerrada en sí misma, sino una dinámica constante que permite repetir al juego mismo del mundo, desenvuelto entre el orden, el desorden y la organización.

   “Sombras y diversión, hambre, información, nos escupe la herida del mundo”. En nuestro espacio socio-cultural, vemos como los dos polos de las desgracias humanas se despliegan, por una parte, la insatisfacción de las necesidades fundamentales, ese monstruo infernal que atormenta a innumerables personas en el planeta; y en el otro polo, el patético aburrimiento de aquellos que están económicamente acomodados, una sensación que al final persigue como un fantasma a todos, ricos y pobres, los miserables días de los domingos y feriados.   

   “Y un réquiem abismal, invita a cantar”. El réquiem era una oración que la tradición católica dedicaba a los difuntos, y que fue motivo para excelsas y lúgubres composiciones musicales de maestros como Palestrina o Mozart. Y asi, un réquiem abismal es como una oración musical que desvela a la nada sobre la que se ubica todo nuestro mísero egoísmo, y aun, todo aquello que llamamos mundo, sea natural o socio-cultural. Esta experiencia nos direcciona hacia el estado de ánimo fundamental, la angustia, que recursivamente nos invita a recrear el todo (como en una humilde canción) desde una visión estética radical.

   “Angustiante suspiro de un sueño”. La última frase de la canción desemboca en el título de la misma, un final que nos lleva al inicio, un inicio que nos lleva al final, y asi, todo el camino recorrido es para recomenzar el juego… ¿podremos lograrlo en medio de nuestra mezquina cotidianeidad?



Conexión autobiográfica

     Ya desde mi adolescencia comencé a probar el acre sabor de la angustia, alimentada quizá por circunstancias tan triviales como un cambio de domicilio[3]. Pero ¿Cómo se puede actuar frente a la incomodidad de la angustia? Lo más sencillo y rápido es huir, hacia cualquier espacio del mundo o de la propia interioridad, pues huir de la angustia es huir de la muerte, de la nada, y cualquier espacio, cualquier entretenimiento, cualquier pensamiento, es mejor que la nada. Tal vez mis viajes a tierras guaireñas eran fugas articuladas por mis inquietudes internas, tal vez mi apasionado amor por los libros era el reflejo de una búsqueda de lugares más seguros para habitar. Pero este estado de ánimo pronto se convirtió en el fantasma de un cadáver insepulto, que me reclamaba casi en cada paso mi cobarde alejamiento.

   Entonces fui dándome cuenta que debía “retornar”[4] a los orígenes, “sepultar a mis muertos”[5], y luego sentarme al costado del abismo para aprender las enseñanzas de la naturaleza, de la sociedad y aun de los oscuros vericuetos de mi mismo. 



[1] Robert León Helman. Al diablo con el mundo. Cosecha de pensamientos 1. Interiora Terrae, Asunción, 2014.
[2] Ibídem, p. 25.
[3] Cfr. R.L.H. Búsquedas. Autobiografía. Interiora terrae, Asunción, 2014, p. 14-15
[4] Alusión a la obra R.L.H. Retorno. Ensayo sobre el problema del hombre. Interiroa terrae, Asunción, 2014.
[5] Alusión a la canción nro. 29 de la presente colección.
Enlace al video:

https://www.youtube.com/watch?v=_iFM_d9N6y0&feature=youtu.be