miércoles, 11 de abril de 2018

INTRODUCCIÓN A “EL AUTO-TRABAJO. EN TORNO A LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER”


     En especial desde Sócrates y los sofistas el desafío de direccionar la vida hacia un rumbo deseable ha estado presente en la reflexión filosófica, incluso hasta nuestros días, en que algunos autores como Giles Lypovetzki hablan de una ética basada en el egoísmo asociativo o en una moral de los negocios (no vamos a reparar aquí en lo controvertido de estos planteamientos). 

     La desintegración  espiritual del individuo constituye uno de los principales desafíos que la humanidad tiene ya en el presente, pero principalmente para el futuro. Si no se logra consolidar la formación del carácter individual a partir de unos valores que alientan la auto-realización y la convivencia democrática, difícilmente podremos atender otros desafíos como las guerras, la degradación ambiental o la pobreza en el mundo.

     De todas maneras, no nos cansaremos de apuntar que aquí no estamos dando recetas universales de felicidad, ni nada que se le parezca, simplemente estamos soltando una propuesta ética, de las muchas posibles, digamos que a modo de invitación.

     La vida es un quehacer, como decía Ortega, debemos hacer algo con ella. Aunque optemos por permanecer en medio de un letargo inoperante, esa sería la opción que tomaríamos, a partir de la poca o mucha libertad que tengamos a nuestro alcance. Mas, cuando nos proponemos direccionar nuestra vida a partir de unos valores que nos hemos propuesto observar, entramos ya en un modo de vida ético (o auto-ético, en el caso que estudiamos en nuestro ensayo)

     El auto-trabajo consiste en líneas generales en la instauración de normas de vida a partir de los valores que se han asumido (valores que adquieren significación desde un auto-estudio). Estas normas empiezan a encaminar a la vida en la medida en que son apuntaladas por los hábitos.

     ¿Qué son los hábitos? Tendencias o actitudes que uno posee como consecuencia de la constante repetición de unos actos con un mismo objetivo. De ahí que podamos decir que los actos son la unidad mínima de estudio del auto-trabajo.



      Lo que pretende el modo de existencia ético que proponemos es, como ya dijimos, la formación de la subjetividad (o del carácter) a partir de la experiencia de lo trascendente. Ahora bien, es esta formación (o construcción) la que nos  permitirá lograr una vida tolerable. De ese modo podremos compensar los efectos de la intensa carga anímica asociada con la persistente orientación hacia la angustia (que es propia de la experiencia de lo trascendente).



   Una de las principales enseñanzas que nos ha dejado el auto-estudio[1] ha sido la relación dialógica existente entre el placer y el dolor. Desde nuestro enfoque, la manera que el hombre posee de manejar el dolor de existir es el cultivo de los placeres, y dentro de la variedad que nos muestran estos, los placeres intelectuales son los de mayor duración y los que se asocian en menor medida con dolores posteriores (incluso, si consideramos una idea epicúrea, la conciencia de la ausencia de algún tipo de necesidad constituye un placer, es este caso de tipo negativo).

     Un primer paso sería entonces proponer un plan de vida que favorezca el cumplimiento de unos valores que contribuyan a las formación de la subjetividad y mediante ella propicien una vida tolerable.

   El cuidado y el examen de la conciencia constituyen a su vez uno de los principales desafíos del auto-trabajo, ya que a través de ello es posible encausar nuestra vida hacia el cultivo de los valores que elijamos



   Un trabajo como el que aquí planteamos no implica precisamente una búsqueda del mejoramiento del status social, pues en forma directa no producen riquezas materiales, ocupaciones destacadas ni grados académicos de instrucción, al contrario, el desarrollo espiritual puede causar la antipatía de una sociedad ocupada antes que nada en la obtención de dinero y en el cambio del estatus social.

   Por ello, para no crear innecesariamente ambientes hostiles, tanto en la política como en la cotidianeidad se impone la diplomacia, acompañada, porque no, con una pizca de ironía. 







[1] Desarrollado en nuestro ensayo “La Auto Ética”.
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/1Gbptj5LEE99dDPHrhlqKzq95MRW3wd9H/view?usp=sharing

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