Decía Aristóteles en el libro I de su
Metafísica: “Sumidos en el asombro comienzan los hombres a filosofar”, y así,
creemos que el asombro originado en el deseo de conocer constituye una forma de
goce espiritual que nos permite abordar con serenidad el dolor del existir.
El conocer y el querer son las facultades
fundamentales del hombre, y en tal sentido
afirmaba también Aristóteles en el libro I de su Metafísica: “Todos los
hombres desean por naturaleza conocer”, lo que nos revela que el conocimiento no
es en verdad ningún lujo innecesario sino una auténtica necesidad humana.
Básicamente, el conocimiento es la
construcción y la traducción en la mente-cerebro (a través de signos y
símbolos) de un determinado objeto, sea una cosa del mundo, sean los demás, o
sea uno mismo. Se traduce gracias al lenguaje una realidad sin lenguaje[1].
El ser humano desea conocer al mundo, con el
propósito de mantenerse con vida, obtener sus alimentos y modificar su ambiente
para hacerlo tolerable; desea conocer a los demás, a sus semejantes, para
lograr en medio de una sociedad y una cultura la satisfacción de sus
necesidades; y desea conocerse a sí mismo, para orientar su existencia hacia lo
que considera valioso (siguiendo una escala de valores).
El conocimiento se basa en la relación
dialógica (complementariedad, oposición, concurrencia) entre el sujeto
cognoscente y el objeto conocido.
El conocimiento tiene una base física,
basada en particular en el funcionamiento cerebral.
El conocimiento se expresa a su vez en lo
psíquico, y toma matices incluso existenciales de acuerdo a la individualidad
de cada ser humano. También posee una organización, un espacio arquetípico, y
un ambiente cultural en el que se desarrolla.
El esquema cartesiano del conocimiento, el que
corresponde a la simplificación, a la disyunción y separación de los saberes,
va entrando en crisis con los desarrollos de la ciencia física primero, y
posteriormente de la lógica, de la biología, de los marcos de la teoría general
de sistemas, de la cibernética, de la teoría de la información, y con los
cuestionamientos a los fundamentos de la razón, desenvuelto en el ámbito de la
filosofía.
La cuestión sobre el conocimiento toma
importantes matices sociales con la llamada sociedad informacional, y esto,
porque la obtención, el procesamiento y la generación de información se vuelven
centrales para la estructura, el funcionamiento y el cambio de las sociedades
de hoy.
[1] Cfr. Edgar Morin. El método
3. Cátedra, Madrid, 2006, p. 227.
Enlace al ensayo completo:
https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWQ3MzRHp3VDI4bkU/view?usp=sharing
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