miércoles, 26 de abril de 2017

PREFACIO A "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"



 
PREFACIO[1]

   En una de las cartas que Séneca le enviaba regularmente a su amigo Lucilio, le contaba a éste que él se preparaba para morir, encarando a la muerte no como un espacio espiritual de tristezas y malestares, sino como la oportunidad de pensar en uno mismo, en el mundo y la sociedad, y a su vez, sobre las cadenas que nos limitan y sobre las posibilidades de la libertad.

   Y así, estimulados por esta actitud de Séneca, nos hemos propuesto agrupar los escritos que aquí presentamos de acuerdo a las que consideramos dimensiones fundamentales del hombre: como ser en el mundo, ser consigo mismo y ser con los demás.

   El presente libro, como cada uno de los doce que integran la colección “Cosecha de pensamientos” presenta algunas características peculiares. Entre ellas podemos apuntar la insistencia en las interpretaciones de problemas sobre el hombre, la sociedad y la filosofía con la ayuda de una terminología proveniente de las obras de filósofo italiano Gianni Vattimo.
   Por supuesto, de la mano de Vattimo vienen Nietzsche y Heidegger, pero en nuestro caso ha sido a la inversa, pues Nietzsche apareció ya en el libro 3 (tímidamente, es cierto), en tanto que Heidegger en el libro 5 (fortaleciendo las ideas sobre la auto-ética).
   Aun con este cambio de perspectiva, Schopenhauer no ha desaparecido, antes bien sus ideas son realimentadas con las nuevas visiones filosóficas.

    Si buscamos una justificación para el libro -aparte de suponer quizá un sentido personal de necesidad de comunicación, de devolver de alguna manera lo que nuestra sociedad y nuestra cultura nos ha dado- podemos apuntar que se desenvuelve como la búsqueda de aclaraciones sobre los inagotables cuestionamientos relativos a la vida humana, en un contexto preferentemente filosófico.
 Y de hecho, podemos afirmar que la investigación filosófica no necesariamente se reduce a ensayos, monografías, tesis de grado o postgrado, también puede tomar la inocente forma de un aforismo, o de un simple párrafo que relaciona atrevidamente dos sistemas de pensamiento.
  Quizá el libro, aludiendo a su título, pueda enseñarnos a morir, reconociendo que la muerte nunca adviene sola, pues siempre le acompaña la vida misma, en una
danza cósmica inefable. El misterio del hombre, es una invitación al pensamiento, que busca hacerse estético, contemplativo, para darnos con ello el supremo regalo de lo místico.
   Sin pretensiones dogmáticas, la obra simplemente puede ser una oportunidad para continuar con la aventura filosófica, que continuamente nos devuelve la humildad del principiante del saber.






[1] Los siguientes escritos han sido elaborados a lo largo del año 2007, formando originalmente parte del libro “Sobre los escombros de la destrucción”, publicado en el 2008. Los comentarios han sido agregados en su mayoría en el año 2011.

Enlace al libro completo:

https://drive.google.com/file/d/0B1fbaSG6HJjWbUxCTnpoa3p4XzQ/view


lunes, 10 de abril de 2017

INTRODUCCIÓN A “EN POS DEL PENSAMIENTO INÚTIL”


   En relación a la anterior edición de este ensayo, hemos aumentado las pretensiones de sus alcances, ya que en vez de concentrarnos solamente en la historia de la filosofía en el Paraguay hemos empezado a buscar ya el despliegue del pensamiento paraguayo como tal, que por supuesto tiene a la reflexión filosófica como un componente importantísimo, pero que ciertamente no se agota en ella.

   Esta obra sigue estando en plena ejecución, por lo cual la publicación que aquí compartimos en como una fotografía que inmoviliza a un organismo en constante movimiento, que como nuestro mundo mismo, no puede mantenerse con vida sino a través de creaciones y re-creaciones constantes.  



   En un recordado convivium de filosofía de la universidad católica, el maestro José Brun proclamaba: “Vamos en pos del pensamiento inútil”. Y el filosófico es un pensamiento inútil porque no se deja utilizar como una silla o un automóvil, no se deja amoldar como una doctrina o una ideología, y no se deja encasillar ni por el más célebre de los filósofos. La filosofía es una actividad interminable, y por ello acaso la más improductiva. En el Paraguay, a pesar de lo poco que se ha difundido, la filosofía ha estado presente desde los mismos inicios del andar de la nación, y persiste hoy, en medio de nuestro putrefacto entorno socio-cultural. Vamos entonces, como quería el profesor Brun, en pos del pensamiento inútil, pero en nuestra tierra, en nuestro destino, en nuestro goce de espíritu, el Paraguay.

   En este aventurado ensayo consideraremos a grandes rasgos a la filosofía hecha “en” el Paraguay, o si se quiere a la filosofía “del” Paraguay (creemos que la filosofía paraguaya es sencillamente aquella que fue hecha por paraguayos, o por aquellos extranjeros que recibieron influencias de la cultura paraguaya, a través del desarrollo de un pensamiento filosófico). Como el conocimiento filosófico no permanece en el aire, en los distantes espacios etéreos, sino en la cabeza de los pensadores que la cultivan, nuestra tarea consistirá esencialmente en un recorrido en torno a las influencias filosóficas y a las ideas de aquellos que en el Paraguay se han dedicado en forma más notable al cultivo o a la enseñanza de este noble saber.

   Nos hemos propuesto diferenciar dos grandes periodos en el desarrollo de la filosofía en el Paraguay. Por una parte, el periodo diletante, en el cual los pensadores que se ocupan de la filosofía son hombres de múltiples inquietudes intelectuales, y en la mayoría de los casos con una estrecha relación con los juegos del poder político; por otra parte, el periodo académico, que se inicia con una serie de notables maestros y filósofos de formación europea, que establecen la “normalidad filosófica”[1] en el Paraguay.

   Si tomamos en cuenta la periodización hecha en nuestra obra “La Idea del Paraguay”[2], podemos decir que el periodo diletante forma parte de la niñez, juventud y parte de la adultez de la cultura paraguaya, mientras que el periodo académico abarca desde finales de la edad adulta hasta la actualidad, tiempo de fría vejez.

   Así, en nuestro último capítulo, volveremos a esbozar un desarrollo orgánico de la filosofía en el Paraguay, ya con independencia de la diferenciación entre filosofía diletante y académica.  

  

   Pero a su vez podemos plantear que en el periodo de gestación de nuestra cultura, la filosofía ya estuvo de alguna manera presente. Así, con el mismo lenguaje guaraní venia asociado ya una suerte de reflexión filosófica sobre el mundo, por supuesto, no con la auto-conciencia de cultivar este saber, lo que se logró a partir de la filosofía griega antigua, pero si con el sentido originario que cada lengua destila a partir de sus estructuras fundamentales. Tres importantes pensadores paraguayos han hecho hincapié en este carácter filosófico que muestra la lengua guaraní, Manuel Gondra, en un ensayo titulado “El guaraní y las ideas abstractas”, Natalicio González, en uno de los capítulos de “El milagro americano”(titulado “Ideología guaraní”), y Efraim Cardozo en su “Historiografía paraguaya”. A propósito de esto también podemos citar a la obra del español José Manuel Peramás, “La república de Platón y los guaraníes”, de 1791, en donde se establece un notable paralelismo entre la utopía platónica y la organización política jesuítica-guaraní establecida en tierras sudamericanas.

   Pero si aludimos a los jesuitas, necesariamente debemos recordar al otro importante capítulo de la edad cultural que estamos recorriendo aquí brevemente, la revolución comunera, que también tuvo sus importantes componentes filosóficos. Los pensadores españoles de los siglos XVI y XVII como Mariana, Vitoria, y en especial Suarez, con sus enseñanzas sobre la preeminencia del pueblo sobre el rey o cualquier otra autoridad, en lo que hace fundamentación del poder, sin lugar a dudas fueron factores centrales en la ideología revolucionaria de aquellos comuneros.

   A su vez, cuando los jesuitas fueron expulsados del Paraguay, los franciscanos se hicieron cargo de la universidad de Córdoba, el principal centro de formación de la región en aquel entonces, reemplazando a Francisco Suarez por Dans Escoto. Entre otros motivos para esto, los españoles terminaron por darse cuenta del potencial revolucionario que poseían las ideas del pensador jesuita.

   De esto podemos considerar entonces que todo el periodo colonial de la cultura paraguaya (que asociamos con su estadio de gestación orgánica) estuvo marcado, como era de esperar por la centralidad teórica que ostentaba la filosofía escolástica.

   A su vez, las ideas de los filósofos ilustrados, como Rousseau, Volteare o Montesquieu, alimentaron el espíritu revolucionario de los primeros independentistas tanto paraguayos como latinoamericanos, quienes a su vez identificaron las revolución francesa y norteamericana, con sus propios anhelos de libertad.  











[1] Francisco Romero introdujo la noción de normalidad filosófica, entendida como el ejercicio de la filosofía como función ordinaria de la cultura.
[2] Cfr. Robert León Helman. La Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya. Interiora terrae, Asunción, 2014. En adelante, al referirnos a nuestros trabajos utilizaremos las iniciales R.L.H.
Enlace al ensayo completo: