viernes, 2 de diciembre de 2016

COMENTARIOS A “EL JUEGO DEL MUNDO”



EL JUEGO DEL MUNDO (Letra y música: Robert León Helman)
Arrojar los dados es vivir de verdad, entre la timba de existir…
Y jugar, entre los árboles, las escondidas, buscar a algo que pueda enseñar el juego del mundo…
Y así vivir la canción, de un partir, entre las cruces de un morir…
Y al oír, la voz que llega así, como un lamento, lejanías de una tierra de sangre y sol, que enseña el juego del mundo…

Comentarios:
   “Arrojar los dados es vivir de verdad, entre la timba de existir…” Por más puntillosos que puedan ser nuestros “planes de vida”, al final, como decía Ortiz Guerrero “siempre el destino gana la apuesta de la vida”[1]. Y este es un punto importante, porque aquello que en el tiempo-espacio de la cotidianeidad es puro azar, en el tiempo-espacio de la experiencia estética puede hacerse destino. 
   “Y jugar, entre los árboles, las escondidas, buscar a algo que pueda enseñar el juego del mundo…” Cuando se alcanza una experiencia estética, la vida se asemeja a un sueño, a un experimento o a un juego; un juego, que en medio de las luchas por la subsistencia, de los afanes por ganar dinero y por figurar mejor, pareciera estar marcado por los peligros, las amenazas y las luchas, pero que a través de una visión artística se hace un sino maravilloso.
   “Y así vivir la canción, de un partir, entre las cruces de un morir…”   La angustia, como enseñaba Heidegger, nos pro-yecta hacia la muerte, y es en ese marco existencial en el cual podemos hacer una “apuesta” fuerte por alguna de las posibilidades que nos ofrece nuestra vida[2]. Cuando el “fin” está en nuestra perspectiva como un hermoso paisaje, la vida de improviso se llena de una claridad omniabarcante, que nos permite elegir nuestro rumbo, y hacerlo nuestro propio destino, y ese es el auténtico “juego del mundo”.
   “Y al oír, la voz que llega así, como un lamento, lejanías de una tierra de sangre y sol, que enseña el juego del mundo…”. La tierra de sangre y sol es el símbolo de la conjunción de lo más inmediato de nuestro ser, lo que sentimos en nuestra carne (regada por la sangre), y el sol, asociado con la luz que revela el mundo a nuestra inteligencia y sensibilidad, como un juego asombroso, el juego del mundo…



[1] Manuel Ortiz Guerrero. Del poema “Suma de bienes” en Antología poética. El lector, Asunción, 1996, p. 13.
[2] Urdanoz, Teófilo. Historia de la filosofía, T VI. B.A.C., Madrid, 1988, p. 537. 

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