INTRODUCCIÓN
En el mundo moderno (y por extensión también el postmoderno[1]),
manejar el dinero no tiene que ver sólo con un medio de poder solventar las
necesidades fundamentales o para gozar de la vanidad y el poder, también se
relaciona con tratar de hacer de nuestra mísera cotidianeidad[2]
una experiencia más tolerable.
Y esta experiencia tolerable, en medio de un mundo complejo, exige el desarrollo en todas las dimensiones del
individuo, como un ser consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Y asi,
aunque en este ensayo en gran medida nos ocupemos de la vida económica del
individuo, no dejaremos de tener en cuenta (por lo menos implícitamente) las
relaciones de las ideas aquí propuestas con los marcos sociales y ambientales.
Schopenhauer dividía los bienes humanos en tres[3]:
lo que uno es, lo que uno representa y lo que uno tiene, y en tal sentido,
estableciendo una jerarquía entre estos bienes, podemos sostener que “lo que
uno tiene” adquiere importancia sólo en la medida en que nos permite cultivar
la riqueza espiritual[4],
es decir, “lo que uno es”.
Toda necesidad insatisfecha va a acompañada de distintos grados de
dolor, los que su vez terminan con la satisfacción¸ que va acompañada de
placer. Pero una necesidad satisfecha siempre es el trampolín para la aparición
de otras, que reclaman atención a través del mismo dolor.
En un contexto meramente político, creemos que el conservadurismo
constituye la forma ideológica que directamente ofrece mejores condiciones para
los negocios, e indirectamente mejores situaciones para el cultivo del
espíritu, sencillamente por anteponer el orden, la mesura y el consenso, frente
al planteamiento conflictivo y revolucionario de ideologías radicales (sean de
líneas socialistas o liberales).
Consideremos que estamos en un mundo socio-cultural creado por la
burguesía, por lo cual, para manejarnos en él con eficiencia debemos atender
las pautas de comportamiento del burgués, y ni que decir en el hipotético caso
de que alguno pretenda transformar el modo de vida actual (El más grande
pensador socialista, Carlos Marx, se convirtió en uno de los grandes
intérpretes del mundo burgués-capitalista). Incluso tomando en cuenta lo
anterior, es necesario reparar en que el mismo capitalismo sufre distintos
grados de transformación a lo largo de la historia, estando en la actualidad,
como lo plantean algunos estudiosos, en una etapa fluida y disuelta, por no
decir libre y hasta descontrolada.
También tengamos en cuenta que en el contexto de costumbres consumistas,
la racionalidad propia del burgués (atento a sus libros de contabilidad y la posibilidad de maximizar sus utilidades
monetarias) parece estar en segundo plano frente a la compulsiva necesidad de
gastar y consumir “ahora”, para así eludir de alguna manera la tremenda
ansiedad que azota al individuo en nuestro tiempo. Vemos así conjugadas a la
vez situaciones psicológicas, económicas, sociales y culturales.
Atrevámonos a definir un negocio
como cualquier cosa o acto que signifique ganancia o ventaja. Así, podemos
notar que nuestra vida en gran medida se trata de un negocio, en donde
intercambiamos fuerza de trabajo o bienes (físicos o culturales) a cambio de
beneficios o ventajas.
De todas maneras, en términos netamente económicos, digamos que negocio
es “hacer inversiones”. Para lograr esto, como para la gran mayoría de los desafíos
humanos, hacen falta desarrollar la inteligencia y la experiencia en los
negocios.
Las inversiones propician el crecimiento del capital, fortaleciendo
nuestros activos y sustentando nuestros pasivos. Básicamente, podemos sostener
que activo es todo lo que mete dinero en nuestros bolsillos, en tanto que
pasivo es lo que lo quita.
Considerando estas definiciones podemos comprender que los activos puros
son las inversiones exitosas, en
tanto que bienes como equipos electrónicos, automóviles o inmuebles se
constituyen en una conjunción de activos y pasivos en donde generalmente prima
lo segundo.
Ahora, volvemos a insistir en esto, de la triada económica de
gastar-ahorrar-invertir, es el tercer factor, en cualquiera de sus formas, el
que nos permite aumentar nuestros activos.
Enlace al ensayo completo:
[1] Cfr. Robert León Helman.
Del pasado al futuro (A). Ensayo sobre el devenir del hombre. Interiora terrae,
Asunción, 2015, p. 15-17.
[2] Cfr. Robert León Helman. La
auto-ética (B). Reflexiones sobre la vida humana individual., p. 12.
[3] Arthur Schopenhauer. El
arte del buen vivir. Edaf, Madrid, 1998, p. 41.
[4] Cfr. R.L.H, La auto-etica,
ed. cit., p. 31-32; R.L.H. Retorno. Ensayo sobre el problema del hombre.
Interiora terrae, Asunción, 2015, p. 22.
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