INTRODUCCION[1]
Uno de los principales afanes de nuestros
escritos es la de “retornar” a través de ellos a esa experiencia maravillosa y
rebosante de gozo, que se repetía con frecuencia cuando éramos niños, nos
referimos a la experiencia estética. Y asi también, simbólicamente, buscamos
retornar a las raíces mismas de nuestras reflexiones, de nuestros afectos y de
nuestro modo de escribir, para no perder el contacto con ese destino espiritual
que fluye como un calmo arroyuelo de aquellas primeras aventuras intelectuales.
Cada una de las doce ediciones de nuestra “cosecha de pensamientos” constituyen
esas raíces, o las fuentes de donde manan los flujos de ideas de nuestra visión
del mundo, del hombre y la sociedad.
Mirando hacia atrás, podemos decir que este es
un libro boscoso, pues lo escribí estando en el ranchito de 14 de Mayo
(Villarrica), aledaño a un pequeño y mágico bosque, o pensando en ese espacio
maravilloso, estando en medio de la vorágine de cemento, asfalto y muchedumbre
del centro de Asunción.
Ese fue el único y feliz año en que visitaba
la colonia cada 8 días, alentado por el deseo de sacarme de encima una pasión
amorosa que me aguijoneaba día tras día. Al cabo de ese año, casi sin darme
cuenta, había escrito y leído un montón, y también, casi sin valorarlo en el
momento, me metí en un mundo nuevo, en el centro mismo del Paraguay seminal, en
medio de las compañías agrarias, con sus chacras silenciosas, sus espesuras
verdosas, sus arroyos cristalinos, su gente humilde y serena. De esta forma, huyendo
de mí mismo y del mundo pude reencontrarme en lo profundo del suelo de la
patria.
Acaso la trágica vida humana reclame una
“salvación”[2],
búsqueda que evidentemente existe en distintas formas, no sólo religiosas,
también sociales, políticas, y hasta científicas y filosóficas. Y así, quizá
los contenidos del presente libro sean los rastros de una “salvación
filosófica”, que sin embargo ya no puede implicar dogmas ni leyes
incuestionables. Nuestro suelo está demasiado erosionado como para proclamar
verdades absolutas, y así, lo que
tenemos son invitaciones y alientos, para volver a aquel antiguo ideal griego,
la “vida teorética”.
Comprender al ser humano, a éste de todos
los días, levantado con el látigo del despertador, ansioso entre ardientes
embotellamientos, en guerra en el trabajo y en el hogar; a éste de todos los
tiempos, creador de los grandes desarrollos tecnológicos y de los más sublimes
sistemas de pensamiento, a éste hombre paradójico y complejo desde donde se lo
mire, comprenderlo es nuestro atrevido propósito, perseguido quizá desde un
atrevimiento juvenil e imprudente, pero con un gozo que rebosa las limitadas
cuencas de nuestro espíritu.
Acaso el desafío de la acción y el
pensamiento sea el de ayudarnos a estar parados en un mundo que ha perdido sus
fundamentos, que cada día nos obliga a permanecer alertas, para no caer en la
corriente inmisericorde de la banalidad y la miseria espiritual.
Nos posee un afán filosófico, y en tal
sentido podemos afirmar que una investigación filosófica no necesariamente se
reduce a monografías, tesis de licenciaturas o doctorales, también puede tomar
la inocente forma de un aforismo, o de un simple párrafo que relaciona
atrevidamente dos líneas de pensamiento.
En fin, sin pretensiones dogmáticas, la obra
simplemente puede ser una oportunidad para continuar con la aventura
filosófica, que continuamente nos devuelve la humildad del principiante del
saber.
Enlace al libro completo:
[1] Los
siguientes escritos han aparecido a lo largo del año 2004, y formaron parte
originalmente del libro “Fumando al mundo”, publicado en el 2005. Los comentarios
han sido añadidos en el año 2011 y 2012 (señalados con uno y dos asteriscos
respectivamente). Nos hemos propuesto agrupar los escritos de acuerdo a las que
consideramos dimensiones fundamentales del hombre, la de ser en el mundo, ser
con uno mismo, y ser con los demás.
[2] Del latín “salus”, sano, salvo, estar entero o parado.