El
Hombre
¿Porque
el hombre empieza a preguntarse con seriedad por las cuestiones últimas de la
vida, como el ser, el mundo, uno mismo, o la sociedad? ¿Cómo es posible dejar
el sueño pesado de los problemas cotidianos, de las preocupaciones diarias por
ganarse el pan o por cultivar la vanidad? Explica Martin Heidegger: “En esta
distanciación inherente al “ser con” entra esto: en cuanto cotidiano “ser uno
con otro” está el “ser ahí” bajo el señorío de los otros. No es él mismo, los
otros le han arrebatado el ser. El arbitrio de los otros dispone de las
cotidianas posibilidades de ser del “ser ahí””[1].
Dejar el letargo de esta cotidianeidad muchas
veces se hace posible porque aparece una situación límite, como una larga
enfermedad, o la muerte inesperada de un ser querido; o tal vez un estado de
ánimo intenso, como un profundo aburrimiento, o el júbilo que adviene al
contemplar serenamente la naturaleza. Estas situaciones límites, o estos
estados interiores, al agudizarse desembocan en la angustia, la llave
espiritual que nos abre a lo trascendente. A través de este estado, que en
medio de lo cotidiano se presenta como excepcional (aunque puede ser cuidado y
propiciado por una auto-ética[2]),
el individuo puede llegar a la conciencia, no de su integridad, originalidad, o
autenticidad, sino de su condición de
sujeto débil o crepuscular, que ya no se constituye como centro dictatorial del
conocimiento, sino como componente de un saber a la vez estético, débil,
retórico, y nihilista. Al respecto dice Vattimo: “Estas son, me parece, las dos
dimensiones decisivas de la crisis del sujeto burgués-cristiano (y antes del
sujeto trascendental): el ocaso del rol hegemónico de la conciencia (ante todo
entendida como conocimiento), tanto respecto de las otras fuerzas internas que
constituyen la persona, como respecto de los “poderes históricos””[3].
Heidegger decía que lo grave es lo que da que pensar, pero lo
"gravísimo" es que a pesar de nuestro tiempo grave, todavía no
pensamos[4].
Vivimos en una grave situación de crisis, tanto como especie, en un planeta
enfermo; como individuos, en medio de exigencias afectivas e intelectuales;
como seres sociales, inmersos en una sociedad resquebrajada, y una cultura
masificada. Nuestro mundo de hoy se presenta como un grito que llama al pensar,
pero ¿está el hombre de nuestro tiempo
dispuesto a escuchar tal llamado?
Toda crisis es dolorosa, difícil de
sobrellevar, pero la nuestra terminará en dos posibles desenlaces, el de la
muerte o el de la transformación, o tal vez, porque no decirlo, en una muerte
que nos abrirá a la transformación.
El Ser
El Ser o fundamento del Todo está detrás de todas las dimensiones humanas, pero he aquí lo asombroso, el Ser se presenta en verdad con la Nada, pues a la vez que se muestra se sustrae, a la vez que se hace presencia se hace ausencia. A propósito decía Heidegger: “ex nihilo omne ens qua ens fit”[5], es decir, de la nada todo ente en cuanto ente es.
La crisis de los fundamentos, registrada
tanto en la ciencia como en la filosofía, nos ha dejado sin sostén, pero esto
quizá no sea una desgracia, sino el punto de partida para una renovada
libertad.
Sobre este insondable abismo se nos muestra
la “unitas multiplex” del cosmos de lo complejamente conocido, tal como una
maravillosa y sublime obra de arte.
(Extracto
y corrección de “Retorno. Ensayo de Antropología filosófica”).
Bibliografía:
-Heidegger, Martin.
+ El ser y el tiempo. Fondo
de cultura económica, México.
+ ¿Qué es metafísica? Siglo
Veinte, Bs As.
+ ¿Qué significa pensar?
Nova, Bs As.
- León Helman, Robert. De
pie sobre el abismo. Interiora Terrae, Asunción, 2013.
- Vattimo, Gianni.
+ Las aventuras de la
diferencia. Península, Barcelona, 1985.
+ El fin de la modernidad.
Gedisa, Barcelona, 1990.
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