Pasar las materias y elaborar la tesina correspondiente a una carrera es
todo un desafío para un estudiante universitario, desafío que en numerosas
ocasiones no es bien abordado debido a temores o prejuicios que muchas veces se
relacionan con una falta de conocimiento de unos métodos adecuados para llegar
a los resultados esperados.
La relación que hemos establecido entre estudiar y hacer una tesina se
explica en el hecho de que un buen
estudiante responderá generalmente con una buena tesina, por lo cual pensamos que no se podría dar una cosa
sin la otra.
De todas maneras, creemos que el ideal de una carrera de filosofía es
que el estudiante aprenda a pensar,
que podemos decir es como las ramas y el tronco de una planta, que tiene a la escritura como el fruto maduro, y como a
sus profundas raíces a la lectura y a
la intuición.
En relación con esta última facultad, la intuición, debemos decir que el
estudio a su vez se articula con aquello que hemos llamado el cultivo del espíritu[1],
que puede permitirnos acceder a una experiencia
estética radical.
Pero insistamos más en esta temática. Podemos preguntarnos: ¿Qué es
estudiar[2]?
Es esforzarse por comprender o aprender. Entonces, el estudio implica un
esfuerzo, es decir, tiene que ver con la superación de obstáculos, que de
manera particular se relaciona con la cotidianeidad, fuente de distracciones y
de deseos interminables.
Por ello, estudiar se asocia estrechamente con lo que hemos llamado
auto-ética, porque el estudio también es un proceso consiente en busca de la
formación de la subjetividad desde lo trascendente[3].
En gran medida, el estudio se convierte en goce estético cuando cada
pensamiento se articula con una totalidad
teórica, y hasta práctica, que en última instancia desemboca en la nada.
En la parte final de este ensayo hemos ubicado un breve apartado sobre
el tema de la filosofía y la universidad, pues en alguna medida,
comprender cuál es el rol de la
filosofía en medio de numerosas áreas de
estudio también es un desafío para el estudiante de esta disciplina.
Análisis
fenomenológico de la asistencia a la universidad
Para asistir a una universidad uno necesita terminar los estudios
secundarios; con ese requisito principal cumplido uno se acerca a la secretaría
de la universidad, sigue los pasos burocráticos y está inscripto como alumno de
una de las carreras ofrecidas en la institución.
La edificación de una universidad consiste básicamente en un conjunto de
aulas pegadas unas a otras, generalmente agrupadas en pabellones; puede estar
diseñada de tal manera que todos los pasillos de los pabellones desemboquen en un jardín, o simplemente a un patio ya sea con
árboles o sin ellos. Tal vez este tipo de diseño responda a la idea de recrear
o relajar la mente durante los breves intervalos de receso.
Dentro de las aulas, el alumno se sienta en las sillas distribuidas
generalmente en hileras separadas por pequeños pasillos; todas ellas se ubican
en dirección al frente del aula, en donde se encuentra el escritorio del
profesor, su silla y un enorme pizarrón.
Al entrar el profesor generalmente saluda, y le responden algunos de los
alumnos presentes, luego dependiendo de la situación gasta algunas bromas o pregunta
por la última lección desarrollada, para luego pasar a dar la clase del día.
[1] Véase. R.L.H.
La auto-ética. Interiora Terrae, Asunción, 2014, p. 31-32.
[2] Del latín
studium, que significa aplicación, cuidado. Vemos que este significado es
similar al de cultura, que también significa cuidado, o cultivo.
[3] Decía
Aristóteles: “Sumidos en el asombro comienzan los hombres a filosofar”(Metafísica
I), lo que nos da a entender que el estudio y el pensamiento no es una
actividad apartada de hondos sentimientos, y aun de pasiones intensas.
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