COLONIA
14 DE MAYO
Por los caminos de arena, un silencio evocador,
campo de arroyos y selvas, tajamares y canción.
Con el mate se amanece mientras habla el arandú,
de
los yuyos y la magia del médico de tradición.
Bajo
la sombra de un árbol corre fresco el tereré,
cedrón, menta y perdurilla, hacen sagrada la sed.
Y en la noche las estrellas brillan en su plenitud,
mientras sobre los caminos se desgrana una emoción.
14
de Mayo, silencio de chacras,
Murmullos
de bosques, lejanía azul.
Ve
por Villarrica, pisando la tierra,
valle
del ensueño, valle de canción.
Comentarios:
La colonia fue fundada en junio de 1909, con 3.254 hectáreas (según los
datos de Carlos Pastore[1])
en tiempos de la presidencia de Emiliano González Navero (quien asumió luego de
un golpe de estado encabezado por Albino Jara), siendo ocupada en sus inicios
por campesinos paraguayos y por colonos
de nacionalidad italiana. La comunidad queda a 12 Kilómetros del centro de
Villarrica y se accede a ella por la ruta número 8 (a 186 Km. de Asunción).
Carlos Pastore también apuntó que:
“En
la colonia “14 de Mayo” fueron expedidos títulos de propiedad en las
condiciones dictadas en esta ley -se refiere a la ley de homestead- sobre
noventa y dos lotes a otros tantos agricultores de ambos sexos, en 1920”[2].
La zona sur de la colonia es un lugar regado ricamente por el agua, así,
en la parte del campo comunal se tiene un nutrido arroyo que viene directo
desde los pies del Ybytyrusu, y de hecho, todo el lugar está minado de esterales,
hasta donde comienza, ya hacia el sur, la compañía Tranquera Kue.
Sobre la letra del tema musical podemos
puntualizar algunas apreciaciones:
“Por los caminos de arena un
silencio evocador”. En el campo
generalmente reina un silencio envolvente, un clima espiritual sosegado, lo que
contrasta fuertemente con las ciudades, marcadas por el barullo y la agitación
incesantes.
Este silencio es propio de un escenario
geográfico que propicia la contemplación estética, a través de la “evocación”
de las Ideas o arquetipos que pueden ser del mundo natural o humano. En nuestro
caso, estas Ideas nos han conectado con los mismos flujos de la cultura
paraguaya[3].
“Campo de arroyos y selvas, tajamares y canción”. Vemos en esta frase
como se conjugan los espacios naturales con una creación espiritual (la
canción), hermanando así a dos mundos que el pensamiento moderno quiso
divorciar. De súbito, la naturaleza adquiere un alma y el hombre retorna a sus
raíces naturales.
“Con el mate se amanece mientras habla el arandu de los yuyos y la magia del médico de tradición”. El arandu encarna una especie de moral
basada en el ejemplo antes que en la teoría, que es producto de la vivencia de
los arquetipos que constituyen a la cultura seminal paraguaya[4]. A
través de la experiencia ganada con los años, el sabio del campo se hace
también médico, es decir, conocedor de las propiedades medicinales de las
plantas y de su aplicación a los casos específicos de dolencias o enfermedades.
“14 de Mayo, silencio de chacras, murmullos de bosque, lejanía azul”. La
descripción del lejano paraje agrario continua, reviviendo a esa extraña y
conmovedora sinfonía que brota del silencio envolvente y del silbido
interminable de las aves. La “lejanía azul” nos trae a la memoria los sublimes
contornos de las serranías del Ybytyruzú, que llenan de una noble emoción a
quien las contempla desde cualquier rincón de la comarca guaireña.
“Ve por Villarrica, pisando la tierra, valle
del ensueño, valle de canción”. Uno de los principales valores que constituyen
a la cultura campesina es el amor a la tierra, una tierra que no es una
mercancía para obtener lucro, sino que es el solar de los antepasados, la
fuente de la alimentación de la familia y el nexo inmediato con la naturaleza
con la que el campesino se siente íntimamente unido.
“Bajo la sombra de un árbol corre fresco el tereré, cedrón, menta y
perdurilla hacen sagrada la sed”. El ritual del tereré jere en el campo, contribuye
a estrechar las relaciones de amistad y de simpatía, recreando de alguna manera
el carácter tribal de la sociedad tradicional paraguaya.
“Y en la noche las estrellas brillan en su plenitud, mientras sobre los
senderos se desgrana una emoción”. La viejas serenatas de antaño aún permanecen
como costumbres en los confines del campo paraguayo, dónde guitarra a cuestas,
bajo la inmensidad del cielo estrellado, uno debe caminar por los senderos de
arena hasta llegar al rancho de la musa encantadora o de un amigo agasajado.
[1] Carlos Pastore.
La lucha por la tierra en el Paraguay. Intercontinental, Asunción, 2008, p.
295.
[2] Carlos Pastore.
La lucha por la tierra en el Paraguay, ed. cit., p. 294.
[3] Cfr. R.L.H.
La Idea del Paraguay, ed. cit.
[4] Cuando hablamos
de cultura seminal nos referimos a la cultura tradicional paraguaya enraizada
en el campo.