INTRODUCCIÓN[1]
Conocer, valorar y reflexionar sobre nuestra cultura, sea nacional, o
regional (como tratamos de hacerlo en el presente ensayo), no es una mera
cuestión de romanticismos baratos, o la simple expresión de banales pensamientos
ociosos, es una necesidad perentoria para tratar de afianzar y reconstruir
constantemente nuestra propia identidad, sea esta individual o social.
Consideremos que sin una identidad sólidamente arraigada en nosotros y
en nuestra cultura, somos presas fáciles para el avasallamiento de nuestras
fronteras tanto espirituales como materiales. En tal sentido al debilitarse
nuestra identidad perdemos nuestra libertad en distintos grados, una perdida
que nos afecta sólo a nivel cultural, sino que también se extiende en campos
como lo social y hasta lo económico.
Muchas veces se piensa que el estado debería hacerse cargo de afianzar la identidad nacional y regional, sea a través de la educación, del turismo, de las campañas por medios masivos de comunicación, etc, pero la necesidad de forjarse una identidad, no es una cuestión solamente macro social o macro cultural, es también un afán individual y grupal, que necesita hacerse auto-consciente en cada ciudadano para generar aun más intensidad a nivel social.
Muchas veces se piensa que el estado debería hacerse cargo de afianzar la identidad nacional y regional, sea a través de la educación, del turismo, de las campañas por medios masivos de comunicación, etc, pero la necesidad de forjarse una identidad, no es una cuestión solamente macro social o macro cultural, es también un afán individual y grupal, que necesita hacerse auto-consciente en cada ciudadano para generar aun más intensidad a nivel social.
Y persiguiendo tales inquietudes el presente ensayo puede encontrar
alguna justificación, que ciertamente no es sencilla plasmarla conscientemente,
porque antes que nada tiene motivaciones estéticas, y aun lúdicas; pero ¿por
qué no intentarlo? ¿ por qué no tratar de extender sus alcances hacia objetivos
nacionales y regionales? No nos cuesta nada, entonces hagámoslo...
A muchos nos gusta caminar por la historia, por el pensamiento y el
arte, es lo que sucede cuando los espacios geográficos se llenan de sentido
estético, una vez que se desprenden de ellos las imágenes de las vidas de los
hombres que por ellos han trajinado tanto en el sufrimiento como en la dicha.
Y caminar por Villarrica es asi, es descubrir un inagotable tesoro
espiritual que nunca termina de asombrarnos. Recordemos aquí unas bellas
imágenes que nos pinta Artemio Franco Preda cuando se refiere a los parajes
guaireños:
“El
aire de transparencias indefinibles, que avizora a la más recatada intimidad
del paisaje, nos invita a reconcentrarnos, sobre todo al agonizar la tarde,
cuando los débiles rayos del sol, dan la nota de melancolía a los campos”[2].
Para la formación de este ensayo, de nuevo hemos apelado a nuestro
modelo organicista, desplegado en estadios de niñez, juventud, madurez y vejez.
De esta manera, hemos conectado a nuestras reflexiones con las mismas analogías
hechas cuando nos ocupamos de la historia cultural del Paraguay[3].
Hablando metafóricamente, podemos decir que asi como cuando en una pequeña laguna
arrojamos una piedra, quebrando el cristal líquido en ondas concéntricas,
lanzando inmediatamente otra, veremos como estos flujos de ondas no se estorban
ni distorsionan, van y vuelven casi armónicamente, creando una danza elemental
y llamativa; y asi también, la cultura paraguaya y la cultura guaireña se inter
fecundan, repitiendo cada una de ellas el movimiento espiritual de la otra, tal
como la magnífica danza acuática que hemos imaginado.
Enlace al ensayo completo:
[1]
Este
pequeño ensayo lo dediqué a mis entrañables amigos guaireños Felipe Villalba
Britos y Arnulfo Morínigo Paniagua. La presencia de ambos en algunos trayectos
de mi vida ha significado enseñanzas que ellos me han regalado, la mayoría de
las veces sin siquiera saberlo.
El carácter alegre y festivo de Felipe
Villalba siempre ha marcado un fuerte contraste con mi sombrío y huraño temple,
y he ahí una de las más curiosas características de nuestra larga amistad. Y en
tal sentido, él ha sido un maestro de vida para mí, maestro de la “vida
bohemia”, al enseñarme a reír, a cantar y a bailar, incluso en medio de algunas
situaciones miserables de la vida; me contagió con su espíritu de jolgorio y
optimismo, cuando las reflexiones más patéticas y desesperanzadas brotaban de
mi alma.
En contrapartida, Arnulfo Morínigo es un
alma en pena -como quien escribe-, nuestros poemas compiten por el premio a los
versos más deprimentes y desgarradores, y confieso que últimamente la
intensidad de su genio poético me ha superado ampliamente, ya que a mí, los
años me han dado algo de mesura y equilibrio, pero me han quitado el fuego
dionisiaco de la intelectualidad juvenil. Él escribe como antes yo lo hacía, y
como nunca lo volveré a hacer…
En la actualidad ambos encabezan dos grupos
acogidos a los valores de intercambio cultural, amistad y ayuda mutua de
nuestra primigenia organización cultural
“Interiora terrae”, grupos que quizá en el futuro vuelvan a unirse, para
continuar con nuestra “aventura guaireña del arte y el pensamiento”.
[3] Cfr. R.L.H. La
Idea del Paraguay. Hacia una visión estética de la cultura paraguaya. Interiora
terrae, Asunción, 2014.
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