miércoles, 30 de diciembre de 2015

PUBLICACIONES DEL AÑO 2015


01/15. Sobre cerdos, perros, vómito y barro. Escritos dispersos. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWbUNDUTJ.../view...

02/15. El grito del mundo. Cosecha de pensamientos. Libro 2. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWNnV2NVI.../view...

03/15. Vida del pensamiento. Hacia una interpretación estética del pensamiento occidental. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWNnV2NVI.../view...

04/15. Elogio a la vida del campo. Ensayo sobre los valores y las costumbres agrarias. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWQTJvN3J.../view...

05/15. De pie sobre el abismo. Cosecha de pensamientos. Libro 12. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWQVdQY0Y.../view...

06/15. Retorno. Ensayo sobre el problema del hombre. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWNExEdDl.../view...

07/15. Desde el asombro. Ensayo sobre el conocimiento humano. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWb25WZl8.../view...

08/15. Del pasado al futuro. Ensayo sobre el devenir del hombre. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWWDdySTV.../view...

09/15. El médico del campo. Ensayo sobre medicina natural. ttps://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWTVFLVkw.../view...).

10/15. El goce inefable. Ensayo sobre la experiencia estética (https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWZnVCVU4.../view...).

11/15. Ciento treinta y tres susurros para un borracho. Colección de aforismos. https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWS1VPVU9.../view...

12/15. Desde Villarrica hasta Asunción. Colección de poemas (https://drive.google.com/.../0B1fbaSG6HJjWNkY0ck1.../view...).

lunes, 14 de diciembre de 2015

DESDE VILLARRICA HASTA ASUNCIÓN


PREFACIO

 

   No es costumbre en nuestro ambiente cultural la publicación en dúo de una colección de poemas, y en verdad, la idea no fue largamente planificada como sucede muchas veces en emprendimientos de este tipo, sino que surgió como un chispazo genial en la mente de mi amigo guaireño Arnulfo Morínigo Paniagua (¿no es acaso esto lo que significa un desarrollo orgánico antes que artificial de la obra artística); y puesto que nunca tuve dudas ni reservas en publicar cuanta coma, letra o palabra haya escrito, no tardé ni un segundo en aceptar este inusual planteamiento.

   De todas maneras, siento que el libro es de Morínigo, asi que le dedico a él este prefacio y todos los poemas que están a mi nombre, se lo merece por su tesón como activista cultural y por su obstinado amor hacia el arte.

  

   Villarrica ha sido para mí como una patria espiritual, de modo que en alguna medida he hecho en mí mismo este intercambio dual entre ideas y visiones de mundo que se ha dado entre los poemas de Morínigo y los míos; en otras palabras, también he partido yo, en cierta forma, desde las nobles raíces guaireñas para asomarme a ese mundo pletórico de miserias espirituales que es Asunción, la ciudad más urbanizada del país (la obra del mayor poeta modernista paraguayo, Manuel Ortiz Guerrero, a quien homenajeamos en nuestra portada, nos revela también pistas de esta maravillosa corriente espiritual guaireña-asuncena).

   Esto lo ha sabido matizar el también  poeta guaireño Martin García Silvero, cuando me expresó que: “Vas caminando muy dentro tuyo, indagando tus propios horizontes, perteneces más allí que aquí, por eso cuando gritas allí se hoye el susurro de un poema aquí”. Pues bien, García Silvero tal vez quiso decirme que yo pertenezco más allí (Asunción) que aquí (Villarrica), como de hecho desde la experiencia empírica y cotidiana es verdad, pero yo siempre querré partir desde “aquí”, porque mi alma siempre habitará “aquí”.

 

   Continúo entonces, ahora escribiendo sobre un emergente y renovador poeta de nuestro “aquí”, de Villarrica, hablaré de Morínigo, el enigmático artista de la compañía Rincón.

   Pensar en la obra de un escritor, como Arnulfo Morínigo, implica no sólo fijarse en la peculiaridad de su estilo o en las direcciones de sus ideas, sino también, considerar las raíces y el ambiente que alimentan su obra, tal como cuando observamos una planta y tratamos de conocer su carácter y sus propiedades.

   Y asi, sin lugar a dudas la literatura de Morínigo brota maravillosamente desde el espacio cultural del Paraguay, y muy particularmente desde el Guairá y todo su histórico flujo espiritual.

   Como hemos planteado en uno de nuestros ensayos[1], la cultura paraguaya se encuentra situada en un espacio de putrefacción espiritual, en donde la unidad y la consistencia de la cultura seminal se han aminorado claramente. Tenemos a un Paraguay conectado ya a un mundo globalizado que nunca duerme, lo que constituye todo un shock socio-cultural para un país que hasta hace algunas décadas podía ser considerada “la China sudamericana” o “una isla rodeada de tierra”.

   Y la cultura guaireña fue repitiendo estos caracteres de la cultura paraguaya, resistiéndose hasta último momento en sus tradiciones y en su arte, en sus barrios de antaño y sus compañías silenciosas. Pero un paseo por Villarrica basta para dimensionar la magnitud del cambio espiritual que se avecina: calles ruidosas, gente apresurada, supermercados poblados, en fin, la marca de numerosas fracturas en el antes compacto y sólido espíritu del pueblo.

   Y es justo en esta intersección de tiempos (uno sereno, el otro agitado) donde Arnulfo Morínigo nos entrega su mensaje poético, como un reflejo espontáneo de un cúmulo de pesares y de goces que traspasa a la vez su propia interioridad y las circunstancias sociales y culturales que lo rodean.

   Entre afectos místicos y amorosos se despliega su corriente poética, con un lenguaje que a veces se asemeja a una estocada en el alma, seca y profunda, sin avisar siquiera al lector de la proximidad de una inquietud semejante.

   Puede decirse que debido a nuestro ambiente social enrarecido por el espectáculo y la banalidad, nuestra mente necesita una llave que la abra a las profundidades del ser humano, y en tal afán los senderos poéticos que Morínigo nos ofrece, puede servirnos de aliciente espiritual.

 

   Para terminar este prefacio, quiero hacer alusión al círculo artístico e intelectual que hemos bautizado como “Interiora terrae”[2], formado ya a finales del siglo pasado, junto a el profesor Felipe Villalba Britos, y al que se han agregado luego el guitarrista caazapeño José Irrazabal, y por último Arnulfo Morínigo, quien le ha prestado al grupo un dinamismo notable y un entusiasmo juvenil que apreciamos mucho.

   Tampoco debemos olvidar que el maestro Filemón Espinoza (al que calificamos como componente del trío de oro de la madurez de la cultura guaireña, junto a Ramiro Domínguez y Modesto Escobar)  ha alentado siempre el fortalecimiento de  nuestro círculo cultural,  con ese talante de maestro incansable, manifestado en sus pensamientos, en sus palabras y acciones.




[1] Cfr. Robert León Helman. La Idea del Paraguay. Interiora terrae, Asunción, 2014, p. 27-30.
[2] En latín, interiores o entrañas de la tierra. Extraído del lema alquimista: “Visita interiora terrae, rectificandum invenues ocultum lapidem”, visita los interiores de la tierra, que rectificando (el espíritu) encontrarás la piedra oculta (la piedra filosofal).

lunes, 16 de noviembre de 2015

CIENTO TREINTA Y TRES SUSURROS PARA UN BORRACHO


INTRODUCCIÓN

 

   No solemos seguir el consejo de nadie para elaborar nuestros escritos, pero cierto día gris, el lema de Emile Cioran sonó en nuestra mente como un tambor batiente: “No reducirse a una obra; sólo hay que decir algo que pueda susurrarse al oído de un borracho o un moribundo”. Vaya entonces una respuesta para este viejo pesimista rumano, acaso hermano espiritual de nuestro frecuentado Schopenhauer.

   La vida a veces es semejante a una larga borrachera, con la que tratamos de olvidar las desgracias del mundo, los malestares del trato con los demás o nuestros propios tormentos interiores. ¿Y que podría significar frente a ello una miserable frase escrita al compás de una pena, un júbilo, un aburrimiento o un asombro? Tal vez simplemente eso, un susurro para un borracho…

   Hemos agrupado aquí ciento treinta y tres aforismos seleccionados de entre los doce números de nuestra “cosecha de pensamientos”, todos ellos provenientes de las secciones de la “auto-ética” y “estética”.

   El lector juzgará la utilidad o inutilidad de cada susurro,  puede leerse sobrio o en estado de ebriedad, y como diría Epicuro o acaso Lou Marinoff, en líneas generales no tienen contraindicaciones.
Enlace al libro:

jueves, 5 de noviembre de 2015

CAÑAVERALES (Canción nro. 10 de la colección “Cantar, pensar, morir”).




    Al hablar de cañaverales podemos recordar a las campiñas paraguayas de la región Oriental, pobladas de estas plantaciones que nos hablan enigmáticamente cuando el viento se pasea intensamente entre sus frágiles cuerpos verdosos. 

   Ciertamente, decir que la naturaleza nos “habla” a través de estos cultivos es una metáfora, antes que un dato empírico, pero precisamente, es este tipo de mensajes de tipo estético el que generalmente está ausente en medio de nuestra  mísera cotidianeidad urbanizada.

   Entonces, alguno podría tomar el motivo musical y literario que aquí comentamos, como aliciente para darse un tiempo y visitar un cañaveral de nuestra tierra, tal vez no capte absolutamente nada, y vuelva ofuscado a la ciudad por haber perdido el tiempo en medio de la inmensa tristeza de los campos, o tal vez, repentinamente comprenda algo, tal vez un mensaje inefable, o tal vez, en medio de un intenso gozo, la experiencia se conecte con un símbolo omniabarcante. 

 

“Cañaverales, entre risas de niños que corren al sur”. Aludir a los niños implica recurrir a un símbolo universal en tantas tradiciones míticas, religiosas y literarias; el niño, que es el ser humano de los orígenes, de la visión pura y desapasionada, dueño de una imaginación capaz de recrear al mundo, aun cuando las condiciones del entorno social o natural parecieran no lo permitirlo. El niño es un obstinado artista, místico y pensador, rebelde a una cotidianeidad que no puede dominarlo aun, porque él no ha aprendido aun a colocarse a si mismo las cadenas de su desdicha, como si lo han hecho los mezquinos adultos.

   El “sur” simboliza a los fundamentos del pensamiento y la acción, en tanto que el “norte” a los ideales, y he aquí entonces que la imagen de los niños corriendo hacia el sur nos revela la idea de un retorno hacia nuestras raíces, orígenes o fundamentos, desde un estado de conciencia abierto al mundo, (como la mente del niño) pletórico de creatividad y de goce lúdico.

   “Infantiles tiempos, que niegan distancias en la imaginación”. ¿Cuáles son los infantiles tiempos? Los tiempos del mito, que traspasan las fronteras del espacio geográfico para proyectarse hacia lo infinito, que hermana a la naturaleza con el hombre, que serena al pensamiento en tensión, en un flujo de analogías simbólicas y visiones maravillosas. Y asi, la imaginación, facultad suprema del niño sumido en sus juegos, retorna a la mente antes esclerotiza y maniatada por los miedos y ansiedades. 

“Y la nostalgia, que erige su triunfo, y vela…” Esta nostalgia quizá sea la que nos produce la lenta pero constante degradación de la cultura seminal paraguaya, desplegada en la desolación de los campos; o en otras palabras, por el noble e infantil espíritu del agro paraguayo, que se contrae frente al inexorable avance de una cultura ultramoderna y globalizada.

   Esta es una sublime tristeza, que nos invita a permanecer despiertos, contemplando un desarrollo histórico, que no por patético y lamentable, deja de ser hermoso en una mirada que busque a la vez que conocimientos, goces espirituales.

Enlace al video:

 

lunes, 26 de octubre de 2015

EL GOCE INEFABLE. ENSAYO SOBRE LA EXPERIENCIA ESTÉTICA. INTERIORA TERRAE, ASUNCIÓN, 2015.



INTRODUCCIÓN


 


   El hombre está lleno de atrofiantes cadenas, no sólo las que le impone la sociedad en la que vive, sino también las provenientes de la misma naturaleza, a través de interminables deseos que despiertan la ilusión de la felicidad, y también las que uno mismo se ha colocado, desde su poca auto-crítica y falta de fidelidad a los valores elegidos (si es que acaso se han ya elegido). La supuesta libertad que emerge de los instituciones democráticas, o aquella que se basa en la satisfacción de las carencias más fundamentales, no son sino cortinas sutiles que esconden el estado de esclavitud (o para ser más benévolos, semi esclavitud)  que comprime al hombre desde su mismo nacimiento.


   La vida es dolor, y lo que redime al dolor no es más que el placer. Pero el placer posee varios tipos o formas, desde los más fundamentales, relacionados con nuestras necesidades más inmediatas, hasta los placeres más refinados y nobles, los espirituales[1].


   No podemos decir que los placeres corporales sean peores ni mejores que los espirituales, pero sí que existe una marcada diferencia en cuanto a las circunstancias con que están asociados. Los placeres corporales en general son de corta duración y muchas veces vienen acompañados con dolores de distinta magnitud; en cambio los placeres espirituales pueden alcanzar largas duraciones y casi nunca van de la mano con malestares, al contrario, contribuyen en hacer de la vida un pasaje más tolerable. En contrapartida, es cierto, la sensibilidad a los dolores de todo tipo aumenta, frente a lo cual no queda sino insistir en las normas recomendadas en una auto-ética[2].


   El hombre vive en medio de distintas situaciones, a las que básicamente podemos agruparlas en dos: las situaciones cotidianas[3] y las situaciones límites[4].


   Podemos decir que en la experiencia estética se da una liberación de los dramas de las situaciones cotidianas, lo que generalmente podemos asociar con un tipo peculiar de experiencia estética, la moderada; en cambio, cuando partimos de las situaciones límites, generalmente tenemos una experiencia estética radical[5].


   La experiencia estética, forma de placer intelectual, atempera las inquietudes de la cotidianeidad y nos hace ver al mundo como un gran espectáculo.


   Básicamente, la experiencia estética emerge ya sea a partir de la contemplación de paisajes naturales o a partir del encuentro con las distintas formas de arte; pero en un contexto más actual, podemos hablar ya de la estetización general de la existencia[6], que nos permite entender que la vida cotidiana también puede adquirir el halo maravilloso de lo estético. Pero cuando ello sucede, notablemente, lo cotidiano deja sus caracteres más propios (búsqueda de dinero y de figuración social) y deja su lugar a aquello que en última instancia permanece inefable...

Enlace al libro completo:


 


 




 [1] Véase R.L.H. La auto-ética. Reflexiones sobre la vida humana individual. Interiora terrae, Asunción, 2014, p. 10-11, 31-32; R.L.H. Volved a la naturaleza. Reflexiones sobre el hombre y el mundo. Interiora terrae, Asunción, 2014, p. 19-21.
[2] Véase, R.L.H. La auto-ética, ed. cit.
[3] Véase R.L.H, La auto-ética, ed. cit, p. 12.
[4] Véase R.L.H, La auto-ética, ed. cit., p. 13-16.
[5] Véase Cap. 3 del presente ensayo.
[6] Véase Cap. 6 del presente ensayo.